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Lazos Rotos

Londres y sus terribles coincidencias.

Los atentados en Londres coincidieron con la cumbre de los siete países más industrializados y Rusia (G-8) y los augurios de su posible fracaso, y casi con el anuncio de que la capital británica albergará los Juegos Olímpicos de 2012.

El primer ministro británico, Tony Blair, a quien la prensa situaba en apuros para poder modificar, durante la cita del G-8, el intransigente rechazo de Washington a compromisos referidos a cambios climáticos, ahora encuentra refugio en el antiterrorismo.

Decenas de muertos y cientos de heridos ocasionó la serie de explosiones de este jueves en varias estaciones del metro londinense y en un autobús, en un hecho que podría apuntalar la criticada política de seguridad impulsada por Blair.

En diciembre pasado, la Cámara de los Lores estimó que el Acta de Terrorismo de 2001, con sus arrestos indefinidos y sin derecho a juicio, violaba la Convención Europea de Derechos Humanos, por lo cual el gobierno debió proponer enmiendas, igualmente criticadas.

Tales innovaciones, que incluyen prisión domiciliaria, toque de queda y prohibición para utilizar teléfonos móviles e Internet, reservadas para los sospechosos de terrorismo, ahora pueden tomar un segundo aire ante una conmovida opinión pública británica.

El peligro sobre la amenaza de un golpe terrorista fue empleado por Blair para tratar de ganar adeptos en los comicios del 5 de mayo pasado, cuando enfrentaba fuertes críticas por sus manipulaciones para justificar la agresión contra Iraq.

El propio alcalde de la capital británica, Ken Livingstone, advirtió en su momento que la cuestión en el Reino Unido no era precisamente definir si era posible un atentado, sino cuándo se realizaría.

Tras la serie de ataques dinamiteros contra sinagogas en Estambul y objetivos británicos en esa ciudad turca, en noviembre de 2003, los grupos que se adjudicaron esas acciones prometieron repetir atentados similares en Londres o Roma.

Sin embargo, en esta ocasión, aunque se especula sobre la posible reivindicación de esos ataques por una filial en Europa de la red Al Qaeda, las autoridades británicas se abstienen por el momento de señalar a una organización específica.

Los estallidos en Londres coincidieron con el inicio oficial de la cumbre del G-8 en la localidad escocesa de Gleneagles, bajo la custodia de tres mil policías en el hotel cinco estrellas empleado para esa reunión y de otros 10 mil en torno a la cita.

Acompañados por las protestas de miles de personas contra la burla de los países ricos al discutir una ayuda a las naciones pobres, los líderes del Grupo de los Ocho debían limar sus diferencias en Gleneagles.

El presidente estadounidense, George W. Bush, con una popularidad en descenso y sus tropas empantanadas en Iraq, se presenta como la nota discordante en el encuentro por su intransigencia en el tema climático y con respecto a Irán.

Londres, París y Berlín abogan por una salida negociada al diferendo creado artificialmente por Washington, al acusar a Teherán de intentar fabricar armas nucleares.

Esas contradicciones quedaron a un lado, al menos en público, tras los atentados, al igual que las discrepancias entre Francia y Gran Bretaña en torno a las condiciones del presupuesto de la Unión Europea, causa del fracaso de su cumbre de junio último.

De igual forma, el presidente francés, Jacques Chirac, brindó su apoyo a Blair ante las consecuencias de los ataques dinamiteros. Hace sólo unas horas ambos políticos se enfrentaban por la sede de los Juegos Olímpicos.

El caos en las calles de Londres, la paralización de su transporte ferroviario hacia varios destinos de Europa y los partes de fallecidos centran ahora la atención mediática sobre un hecho que hace recordar los atentados del 11 de septiembre de 2001 en la ciudad de Nueva York y los de Madrid en 2004.

Esa serie de atentados pueden dar nuevos bríos a Blair y Bush para volver a la carga en su pretendida campaña antiterrorista, como lo confirma la retórica de las primeras declaraciones del jefe de gobierno del Reino Unido, después de esas acciones violentas.

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