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Lazos Rotos

1984.

Activismo republicano / Rincón de Letras.- Jaume d'Urgell.Todas y cada una de las amenazas relatadas por el genial George Orwell están cobrando realismo a pasos agigantados. Asistimos a un formidable espectáculo en el que somos presa de la sistemática utilización de ingeniería social destinada a conservarlos privilegios de unos pocos en detrimento de los más esenciales derechos del conjunto de la Humanidad.

Queridos conciudadanos, sabed que nuestros valerosos defensores de la Libertad están librando una heroica batalla contra el terrorismo, asegurando una franja de seguridad que proteja a nuestro amigo el pueblo hebreo, erradicando física y definitivamente a los terroristas miembros de la endemoniada organización enemiga, salvaguardando así el american way of life y la Democracia. ¡Dios bendiga América!

Quizá resulte difícil creerlo, pero todavía quedamos algunos insurgentes, convencidos de que alguien nos está secuestrando palabras, matando a nuestros hijos, profanando la razón y arruinando nuestras vidas… seguimos pensando que los que llegaron para saquear, permanecen; negándonos el derecho a tener derechos, insultándose como especie, ensombreciendo la Historia y engañando a sus madres mientras desprecian las lágrimas de las nuestras… henos aquí, conscientes de hechos e ideas que preferiríamos desconocer. Resistimos.

Dicen que vienen a matarnos para evitar que algún día seamos terroristas. Vienen con tanques, para no ensuciarse las botas al pisar los despojos insepultos de quienes nos precedieron en el camino de perderlo todo por los demás… nos matan. Nos matan desde más allá de las nubes, a través del frío y la distancia, precedidos por el temblor de aparatos que solo podemos oír… sin manchas ni olores, desde lujosos despachos… nos matan.

Nos matan, e ingresan beneficios por exhibir nuestro exterminio en prime time… conocemos bien la escena: en primer plano un edificio en blanco y negro; luego, un suave traveling a la izquierda y tras unos instantes, el cámara se aproxima hasta lograr un encuadre perfecto y, ¡zas! –fundido a negro–. El misil destruye las paredes de nuestra intimidad. Pareciera un videojuego, de no ser porque millones de telespectadores lo ven de reojo –en directo–, sin dejar de masticar hamburguesas con ketchup… y se alegran –con distante indiferencia–, les resulta estético e incluso inocuo –hoy en día se mata a una distancia prudente–, se sienten bien, a salvo. Se les antoja menos real que la realidad, muere gente que no es como ellos –piensan–. El caso es que cada día se repite un videojuego en el que no hay niveles, y cuyas monótonas pantallas vuelven una y otra vez a revivir la misma partida macabra: más edificios aproximándose, y más seres humanos muertos –que por cierto, nadie verá–. Unas veces en blanco y negro, otras en fósforo verde. ¿Acaso importa? Lo cierto es que según dicen, nuestros cadáveres amenazaban su idea de la Democracia, ponían en riesgo su sensación de Libertad, lo que son, su estilo de vida, el precio de sus carburantes, la estabilidad en la zona, su tasa de desempleo, la posición de sus aliados, su estado del bienestar. Se lo dice la tele, y si la tele lo dice, es por que es verdad.

El hecho es que nos matan. Y sabiéndolo o no, provocan reacciones que no es legal describir. Ellos han determinado que el exceso de sinceridad constituya un crimen mental, y todo el mundo sabe que ningún crimen mental debe quedar sin castigo.

“Somos hegemónicos –piensan–, somos Dios. Dios es de los nuestros. ¡Dios bendiga América!”… y toda esa mierda. ¿Qué dios permitiría la realidad sin intervenir en defensa de los oprimidos? ¡Uno muy cabrón! ¿Cómo trataría dios a un pueblo de genocidas incultos? ¿Qué clase de dios entregaría el trono a la persona más estúpida del país? América es teocrática y politeísta, sus deidades cotizan en el Olimpo del mercado continuo, donde cualquiera puede invertir un capital en la adquisición de acciones del dios que más le guste: Coca Cola, IBM, Ford, Lockheed-Martin… ¡Qué suerte tenemos de vivir en la tierra de las oportunidades! –piensan–. Mientras, los auténticos semidioses se distraen como Zeus, lanzando rayos a los mortales desde lo alto del Knéset, Fort Knox, la Casa Blanca, Wall Street, Génova, Downing street, Forbes…

War is peace –claman–, “combatamos al terrorismo”… pero, ¿qué es un terrorista? ¿Se podría llamar así a un ex ministro de la gobernación de una dictadura genocida? ¿O a quienes emprendan guerras preventivas? ¿Podríamos llamar terroristas a quienes ordenan tomar represalias contra la población civil? ¿Es Ólmert tan terrorista como Aznar, Blair o Bush? ¿Sharón como Martín-Villa? ¿Netanyahu como Fraga? ¿Tenet como el cachorro de los Laden? Supongamos que Mohamed Atta es el arquetipo de terrorista… ¿Justificaría eso, que toda la población de Afganistán debiera pagar por sus crímenes? ¿Y los egipcios? ¿Y los libaneses? ¿Y los iraquíes? ¿Y los palestinos? ¿Y los iraníes? ¿Y los sirios? ¿Y los norcoreanos? ¿Y los cubanos? ¿Cuánto falta para que esa lista nos incluya?

Matan. Matan para garantizar la lejanía de sus temores reales o inventados, matan para vender y comprar cosas innecesarias, para intermediar con la muerte, para ganar votos, para perpetuar la inercia de unas arbitrariedades que les son propicias. Matan porque siempre ha sido así; porque se lo dice Dios. Matan, porque los demás no deben existir; porque esa es a Tierra Prometida Matan para inaugurar MacDonald’s, para llenar más veces el depósito, para obtener un televisor de plasma, o unas zapatillas hechas por tailandeses de o­nce años. Matan para seguir matando, para llegar a fin de mes, y otro más… hasta la siguiente legislatura, y vuelta a empezar.

Mientras, el neolenguaje redefine la semántica de palabras que antaño fueran nuestros instrumentos para pensar y comunicarnos, la “Libertad” es ya otra cosa… ¡y la “Democracia” no veas! Un “comunista” es un enemigo público; los “terroristas” ya no son lo que eran y el “terrorismo” tampoco; expresiones como “Derecho Humanitario”, “tutela judicial efectiva”, “Habeas Corpus”, “insurgente”, “amigo”, “enemigo”, “intervenir”, “mandato” o incluso “Justicia”, han mutado su significado original, para asumir un nuevo uso permita describir el horror de una realidad infernal, de un modo que parezca políticamente correcto “que quede bien por televisión”. Todo muy formal y plausible.

Nos vigilan. Creen conocer incluso lo que pensamos. Nos compran. Nos impiden pastar. Nos dividen. Sufrimos daños colaterales. Nos niegan. Llegan a quitarnos la vida sin llegar a matarnos. Nos mienten. Levantan murallas, fronteras infranqueables, cárceles con muros de cristal. Nos limitan. Cierran nuestros periódicos. Nos enferman. Prohíben nuestros partidos. Nos echan. Alteran las proporciones del proletariado. Nos confunden. Perviven, mantienen su estructura. Nos gobiernan, cleptómanos, tenderos, autócratas, brujos y asesinos. Nos suman y nos restan. Nos enfrentan. Satisfacen al hombre de la silla, reflejo de su ambición. Nos tientan. Obsesivos adeptos al o­nanismo de un Capital que trata de controlar todas las formas del tiempo.

Nos traen “Justicia Infinita” para asegurar su “Libertad Duradera”, pero lo cierto, es que al cariz de una mirada, la madre de todas las guerras no parece más que una “Tormenta del Desierto”; lo cierto es los muertos no tienen más bando, que el bando de los que ya no viven; que los periódicos no dejan de comparar cifras de muertos de una y otra parte… esa locura de incluir más de un infinito en una misma ecuación, como si el álgebra tuviera algo que ver con unos Derechos Humanos que solo parecen asistir a quienes nacieron lejos del Eje del Mal.

Más allá de las palabras, hace un par de días el ejército hebreo asesinóalgunas decenas de civiles –la mayoría niños– en territorio libanés. Por otra parte, a instancias de la ministra de asuntos exteriores estadounidense, el ejecutivo hebreo acordó ayer respetar un alto el fuego de cuarenta y ocho horas, dicho anuncio se ha incumplido esta madrugada, bombardeando posiciones libanesas dentro de núcleos urbanos próximos a la frontera con Israel. Además, en la base militar de Guantánamo centenares de seres humanos siguen presos desde hace años, sin amparo judicial. Afganistán e Iraq continúan invadidos. Buena parte de la flota estratégica del Mediterráneo está tomando posiciones dentro un radio de acción que permita ofrecer apoyo logístico a una fuerza que opere sobre el Líbano y Palestina…

Hoy, cuando todavía conservamos nuestra capacidad para pensar sin permiso, los hechos se empeñan en darle la razón al bueno de Orwell: “¡Dios bendiga Oceanía!”, menos mal que también dejó escrito algo que jamás podrán cambiar: “Cariño mío, no imaginas cómo te quiero”. Cualquier persona que se detenga a reflexionar sobre lo nos rodea, se dará cuenta de que esta realidad nos obliga a superar el marco de la razón privada, hacer algo por el bien común y salir a la calle a defender ese “ellos” que nos incluye: no imaginas cuánto te quiero, Humanidad, no pensarte sería dejar de existir.!

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