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Lazos Rotos

Lobos

No quiero pensar que somos lobos, que los seres humanos no podemos controlar nuestra capacidad para dar dentelladas y zamparnos al prójimo. Es malo, muy malo, que el capitalismo esté imponiendo la ley de la selva. Cada vez más salvaje, compruebo, una y otra vez, cómo la mayoría de los empresarios se comportan de manera despiadada, escudándose en la precariedad laboral y las alarmantes cifras de paro.

Es tan fácil el despido, por ejemplo. Es tan fácil mantener trabajadores con contratos basura que muchos de esos empresarios cubren incluso su ética y su moral escasa creyéndose poco menos que divinos, bienaventurados bienhechores. Pero esto puedo entenderlo: poderoso caballero es Don Dinero, y la avaricia, por desgracia, sólo en contadísimas ocasiones rompe el saco.

Todo el mundo sabe que cuanto más dinero tengas más fácil es tener aún más.
Lo que de veras me apena es la falta de solidaridad entre los propios trabajadores, cómo en empresas grandes y pequeñas donde pagan salarios miserables (700 €) los empleados dirigen su insatisfacción contra el compañero en vez de contra el empresario injusto. La gente está vendiendo su dignidad por un plato de papas, esto es, por conservar empleos peor que precarios. No se afilian a sindicatos, hacen la guerra por su parte, no saben qué es solidaridad laboral. Los lobos, en los cuentos antiguos, se comían a las ovejas.

En la actualidad, impuesta la ley de la selva, son mucho más felices, aunque no menos feroces. Crían barriga y tienen las uñas siempre limpias porque ahora esperan a que las ovejas cainitas se muerdan caníbalmente y mueran en el campo. Entonces ellos descienden del monte y comen. Ah, vida opípara.

Fuente: Artículo de opinión de Víctor Álamo de la Rosa.

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