Blogia
Lazos Rotos

La crisis volcánica de Tenerife: ¿realidad o ficción?.

Joan Martí Molist*

Desde finales de abril de este año, la isla de Tenerife está inmersa en un periodo de inestabilidad (el volcán) e intranquilidad (la población), que ha generado todo tipo de especulaciones y opiniones, algunas de ellas aparecidas de forma alarmante e incluso desafiante en los medios de comunicación locales y algunos nacionales y extranjeros, las cuales en lugar de ayudar a comprender la presente situación han creado el efecto contrario, el de la confusión.

Como científico a punto de cumplir mis bodas de plata investigando el comportamiento de los volcanes en distintas partes de nuestro planeta, y de forma muy especial en la isla de Tenerife, me he visto afectado de forma directa por esta situación, tanto por mi propio interés en entender lo que está sucediendo, como por mi responsabilidad como científico hacia la sociedad afectada. Por ello, considero que es mi obligación contribuir al esfuerzo de intentar esclarecer, de una forma simple que pueda llegar a todos los niveles de nuestra sociedad, qué es lo que realmente está sucediendo hoy en Tenerife y el porqué se ha llegado a esta situación de confusión y aturdimiento.

Los sistemas de vigilancia instalados hoy en Tenerife nos permiten conocer la actividad sísmica de la isla, las variaciones en campo de gravedad, existencia de deformaciones en el subsuelo, variaciones en el contenido y composición de los gases que fluyen a través del suelo y las fumarolas, cambios en la composición y propiedades físicas de las aguas subterráneas, etc. Si analizamos todos los datos de que disponemos y aun considerando las importantes limitaciones que tenemos en cuanto a equipamiento y metodología, debemos reconocer que existe un cierto cambio en el estado de la actividad volcánica de la isla con respecto a los años precedentes. Hoy por hoy desconocemos el significado real de este cambio o situación de "inestabilidad", sus posibles causas y evolución, con lo que difícilmente podemos aventurar qué sucederá mañana, si esto derivará en una erupción y de que tipo será, como se ha pronosticado en más de una ocasión, o afirmar tranquilamente que aquí no ocurre nada, como también se ha manifestado en otros casos.

Canarias, y Tenerife no es una excepción, es tierra de volcanes y lo seguirá siendo aunque podamos empeñarnos en no creerlo. Estos volcanes no son simples elementos decorativos de su paisaje, sino que responden a la existencia de largos y complejos procesos geológicos que en modo alguno han dejado de existir en la actualidad. La situación actual de Tenerife es, para mí, una situación normal dentro de este contexto; es decir, un recordatorio de que Canarias es una zona volcánica activa y que como tal debe ser considerada. En Canarias vivimos entre volcanes y esta es una realidad que debemos aceptar. Aún en el caso de que pudiese ocurrir una nueva erupción, debemos tener presente que una buena preparación, un buen programa de prevención, minimiza considerablemente sus riesgos, y éste es en mi opinión el objetivo a perseguir ahora que nos hemos vuelto a acordar de que los volcanes en Canarias existen. Otras áreas volcánicas de nuestro planeta, como Hawaii, Italia, Islandia, Japón, etc., tienen un frecuencia de eruptiva mucho más alta que la de Canarias y con muchos más volcanes potencialmente peligrosos, y sin embargo no se vive con la ansiedad y preocupación que ahora nosotros vivimos, dado el grado de conocimiento de sus volcanes y la confianza en el buen funcionamiento de sus programas prevención y en quienes son responsables de ejecutarlos.

Para entender un poco mejor la situación creada a raíz de la crisis volcánica de Tenerife y ya fuera de un contexto más estrictamente geológico, debemos analizar en detalle y por separado el papel jugado por cada uno de los actores principales de este drama.

Vayamos primero con los científicos, cuya labor es entender lo que está sucediendo y saber transmitirlo de forma inequívoca a los correspondientes responsables de las administraciones involucradas para que puedan tomar las medidas oportunas en caso necesario. El conocimiento que hoy tenemos del volcanismo canario y en concreto del de Tenerife, es aun insuficiente a pesar de lo mucho que hemos avanzado en los últimos años. De igual forma, los medios de vigilancia disponibles son escasos y requerirían una potenciación importante. Aún así, se debería estar en disposición de entender lo que puede estar sucediendo y de transmitir una perspectiva clara y unitaria de ello. La diferencia de opinión científica es un aspecto muy positivo y gracias a ello la ciencia avanza. El problema es cuando los diferentes puntos de vista de una misma situación se airean a la población sin haber hecho antes el esfuerzo de discutirlos entre nosotros y filtrarlos de forma adecuada. Esto crea confusión y desconfianza, lo que deriva en una sensación de inseguridad que enturbia la realidad del problema. En una situación como la presente la obligación de los científicos es trabajar unidos y generar una única opinión clara y precisa de lo que está ocurriendo, y creo sinceramente que no es aconsejable discutir nuestras diferencias de forma pública, ni tampoco aventurar pronósticos en un sentido o en otro sin haberlos discutido suficientemente con los otros científicos implicados, sean o no de nuestro agrado.

Los responsables de las administraciones implicadas deben jugar un papel principal en esta situación, ya que son los encargados de facilitar la labor de los científicos y de la toma de decisiones una vez que han entendido la información obtenida por éstos. De ellos es responsabilidad la elaboración de los programas de prevención y de los planes de emergencia, herramientas totalmente imprescindibles para poder minimizar el riesgo. A mi modo de ver, el peligro potencial de los volcanes en Canarias se ha relegado a un plano muy secundario u olvidado completamente, a pesar de que hace treinta años hubo una erupción en La Palma y hace unos cien otra en Tenerife. No sé si esto es debido a un desconocimiento verdadero de la realidad volcánica de las islas o pensando en una posible incidencia negativa sobre la economía de las mismas, lo que de ser así sería un grave error ya que lo que genera rechazo no son los volcanes en sí, hagan o no erupción, sino la sensación de desprotección que emerge del desconcierto fruto del desconocimiento. La situación creada en Tenerife debería servir, al menos, para consolidar entre todas las administraciones implicadas un verdadero programa de reducción del riesgo volcánico en Canarias, pensando en que los volcanes seguirán estando aquí mucho después que nosotros y que, por lo tanto, siempre valdrá la pena el esfuerzo hecho.

Los medios de comunicación también juegan un papel importante en un tema como el que nos ocupa. De ellos es la responsabilidad de informar a la sociedad sobre lo que está ocurriendo. Sin embargo, esta información no debe darse a cualquier precio ni buscando su lado más sensacionalista o dramático, con el fin de atraer la atención del ciudadano. En este tipo de situaciones, la información debe ser realista, basada en datos contrastados y no solamente en opiniones o puntos de vista particulares provengan de donde provengan, lo que obliga a los responsables de elaborar dicha información a tener el conocimiento suficiente sobre el significado de la misma, para evaluar por sí mismos el grado de fiabilidad y de oportunidad que ofrece.

La población afectada directamente por el problema también juega un papel relevante en la comprensión y resolución del mismo. A ella corresponde evaluar correctamente la información dispersa y a menudo contradictoria que va recibiendo y confiar en que quienes estamos intentando entender los que sucede y quienes deban velar por su seguridad haremos el trabajo que nos compete, aunque entiendo que el grado de confianza es directamente proporcional a la objetividad del trabajo científico, a la claridad y certeza de la información generada, y a su grado de comprensión por parte de quien la recibe. La población debe también hacer un esfuerzo en entender la realidad de la zona donde vive y no sobresaltarse de manera innecesaria cuando se le recuerda que los volcanes existen.

Finalmente, queda ocuparnos del actor principal del drama, el que realmente determinará lo que pueda ocurrir en el futuro, es decir, el volcán. Los volcanes tienen vida propia y nosotros no podemos controlarlos, a lo sumo podremos llegar a entenderlos y comprender cómo actúan. Es justamente este aspecto y el hecho de que los volcanes acostumbran a manifestarnos claramente su estado anímico si estamos dispuestos a escucharlos, los que, disponiendo de los medios y el conocimiento adecuados, nos permiten realizar un diagnóstico de su estado y evaluar su posible evolución. A los volcanes no hay que tenerles miedo, simplemente hay que saber convivir con ellos. Sin los volcanes, Tenerife y el resto de las islas Canarias no existirían y hoy no dispondríamos de la oportunidad de disfrutar de una tierra excepcional y de una gama paisajística y geológica tan variada y única en el mundo. Solamente debemos aprender a colaborar entre todos de forma desinteresada y sin afán de protagonismos estúpidos para que este fenómeno natural no se vuelva en contra nuestra.

Así pues, la crisis volcánica de Tenerife debemos considerarla ¿realidad o ficción? En mi opinión, lo que podemos afirmar a tenor de lo visto hasta hoy es que la isla está viva, pero tampoco en nuestro caso diríamos que por estar vivos y dar manifestaciones de ello tenemos que estar necesariamente enfermos. En cualquier caso, tampoco debemos olvidarnos de los volcanes ni bajar la guardia en su vigilancia y estudio. El problema principal, dejando de lado el propio comportamiento del volcán, creo que radica en la falta de educación volcanológica que tenemos en todos los niveles, aspecto que ya he comentado en anteriores ocasiones. Falta de educación por parte de los científicos para entender que es obligación de todos contribuir de forma objetiva a comprender la presente situación, falta educación en los responsables administrativos para convencerse de que el riesgo volcánico en Canarias no es algo que se pueda tomar a la ligera, falta de educación en los medios de comunicación para entender la información científica y transmitirla adecuadamente y, finalmente, falta de educación volcanológica en la población para comprender la realidad de su tierra. Todo ello resume donde, para mí, radica la verdadera crisis volcánica de Tenerife.

* Joan Martí Molist es profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Fuente Diario de Avisos

1 comentario

Carmen H. P. -

Toda la razon para el Sr Marti, los canarios no hemos sabido educarnos ni aducar a nuestra poblacion respecto a nuestra tierra, ojala no sea tarde y tomemos conciencia de esta realidad latente sobre la cual vivimos...y que podamos contar con cientificos como el....