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Lazos Rotos

La democracia tal como la entendemos en la actualidad está tocando fondo.

Si lees este artículo seguramente coincidirás con nosotros que en las intervenciones públicas de los políticos -ya sean estas en medios radiofónicos, televisivos o impresos- existe un factor común en todas ellas, a todos se les llena la boca cuando hablan y defienden la democracia. Aunque luego en la trastienda, tras bastidores, fuera del alcance de los ojos de los ciudadanos, abandonan ese falso ropaje democrático -cual oropel- con el que piensan que engañan a la población.

Sin embargo, nosotros percibimos una realidad diferente, una realidad donde el talante democrático de los políticos es otro bien distinto. Para los políticos, la democracia se ha convertido en la excusa perfecta, una magnifica tapadera donde la corrupción, las ambiciones personales, el nepotismo, sectarismo... campan a sus anchas, aunque nadie se atreva a denunciarlo abiertamente. Los políticos se han convertido en una casta de intocables, en una nueva élite que a espaldas de quienes dicen representar, se reparten el poder y se sienten seguros, arropándose los unos a los otros, corporativamente, incluso creyéndose y sintiéndose inmunes a la ley, a las normas.

La democracia tal como la entendemos en la actualidad está tocando fondo, los políticos ya no representan a nadie, sólo a sus intereses personales y los ciudadanos cada día que pasa se sienten menos representados por ellos. Ya no engañan a nadie, sólo a los vencidos, a los indiferentes.

Sólo en las elecciones tienen en cuenta al pueblo, en las campañas salen de sus despachos vistiendo su mejor e hipócrita sonrisa, saludan a diestro y siniestro, charlan con el camarero, el carnicero, el albañil, besan al niño de turno, sonríen a los que nunca saludan, pero sobre todo prometen y prometen. Su única preocupación es el posible abandono de sus enmoquetados despachos, de no poderse sentar de nuevo en sus orondas poltronas, en definitiva la pérdida de ese poder que los ha convertido en despóticos, soberbios y prepotentes.

No debemos olvidar que la democracia no es un regalo, si queremos que sus principios imperen debemos luchar por ellos, relegando a esta nueva casta de políticos a las cloacas.

Los políticos han perdido su dignidad y su sentido de la conciencia social, y poco a poco se han ido convirtiendo en parásitos sociales, en aquellos que medran de someter y exprimir al pueblo. Si seguimos permitiendo impasibles y resignados que la política se convierta en una nauseabunda forma de explotación, la democracia tiene sus días contados.

Artículo de opinión de la redacción de Lazos Rotos.

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