En pocas palabras.
Llegadas las navidades, una maestra dio a sus alumnos un dibujo de Papá Noel y les pidió que lo pintaran de rojo. Uno de los niños se enfadó. Decía que cómo iba a pintar de ese color al viejo pascuero cuando su traje siempre había sido azul. Le pidió entonces la señorita que le diese el lápiz azul, y el niño le dio el rojo... ¡Pobrecito! Aún confundía los colores. Pero que no se enternezca el lector adulto, pues también los mayores tenemos a veces serios problemas para asimilar bien los conceptos. Así, el pasado 4 de junio, don Emilio Racionero, en su artículo de la sección En pocas palabras del diario El Día, definía el concepto ecologismo como ningún ecologista lo haría jamás. Por alguna extraña deficiencia en su proceso de enseñanza-aprendizaje, el habitual columnista ha asumido que toda persona sensible con la necesidad de respetar el Medio Ambiente debe retrotraerse en su modus vivendi a la Edad de Piedra. Así, bajo el signo de la ingenuidad del que no sabe (de ahí que tuviera que recurrir al Diccionario de Real Academia Española), invitaba a los ecologistas a no usar un teléfono móvil para no coadyuvar a la proliferación de antenas en colinas, montes y edificios urbanos. Igual tampoco deberían bañarse con agua caliente. O, mejor aún, no deberían bañarse, que así estarían más naturales y agrestes...
Sin lugar a dudas, el inocente articulista no ha entendido que lo que pretende cualquier ecologista no es acabar con el desarrollo, sino promover un futuro viable para este planeta. De ahí el concepto de desarrollo sostenible, esto es, el que conduzca a la elevación de la calidad de vida y al bienestar social, pero sin agotar la base de los recursos naturales renovables en que se sustenta, ni deteriorar el Medio Ambiente o el derecho de las generaciones futuras a utilizarlo para la satisfacción de sus propias necesidades. ¡Lástima que nuestro actual Gobierno de Canarias haya pervertido término tan sublime!
Por eso, si para mejorar la calidad de vida de quienes vivimos en Tenerife se demuestra que se debe aumentar la infraestructura portuaria de la Isla, pues que se haga. Y los ecologistas no se opondrán a ello, pero sí se negarán a que se sacrifique el litoral de Granadilla cuando resulta viable la ampliación del Puerto de Santa Cruz, cuyo litoral ya está irreversiblemente dañado. Y mucha gente se les unirá por compartir unos mismos sentimientos de armonización de nuestra especie con el medio. Y también se unirán aquellos que consideren que en proyectos tan faraónicos como el macropuerto subyace una intencionalidad especuladora que beneficiará a unos pocos en detrimento de la calidad de vida de la mayoría.
En definitiva, para criticar la labor de los grupos ecologistas debe uno procurar entender bien qué es lo que defienden los mismos. En cualquier caso tenemos la duda de si el articulista mencionado y quien les escribe hemos venido hablando de lo mismo. En cualquier caso, sigo creyendo firmemente que el rojo es rojo y el azul es azul.
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