La crisis de la representación política y el camino hacia una democracia participativa.
El modelo actual de participación política que se reduce prácticamente al hecho electoral y que constriñe el desarrollo pleno de consultas populares directas; acompañado, de unos partidos políticos y unas instituciones públicas que se encuentran con cada vez más problemas para la canalización de las demandas ciudadanas. Esta Provocando, que la crisis de la representación política, sobre todo en términos de legitimidad, sea cada día más evidente en nuestra sociedad.
Una sociedad donde los/as ciudadanos/as se encuentran un paso por delante de los propios partidos políticos y las instituciones públicas. Condicionada esta situación sobre todo por la formación de un número cada vez más creciente de ciudadanos/as, así como las innovaciones tecnológicas que permiten nuevas formas de participación política y un impacto informativo masivo que dejan, en entre dicho, a un modelo de representación cada vez más desfasado frente a las potencialidades, de democratización, que ofrece la sociedad actual.
Los culpables de que se mantenga esta situación; mientras la sociedad ya esta un escalón por encima de todos ellos, son los partidos políticos y las rígidas estructuras de la burocracia pública. Unos partidos políticos que son concientes tanto de la pérdida de su propia legitimidad como la del actual modelo de representación, que ellos mismos encarnan y que están tratando de exprimir, aplicando paños tibios, hasta el momento que les sea posible.
Este desfase entre la sociedad y los partidos políticos se evidencia aún más en el sentido de que a los representantes políticos se les exige, cada vez más, por parte de la ciudadanía, una serie de actitudes democráticas y la total transparencia de su gestión; pero que no son capaces de cumplir ya que se encuentran absortos dentro de mecanismos y dinámicas internas a sus partidos que no responden ni mucho menos a los ideales democráticos.
Degenerando de esta manera el modelo democrático en una partidocrácia, por la que los partidos llegan a absorber el papel de elementos sustantivos del régimen político y adquieren intereses autónomos. Provocando, una situación de la cual difícilmente se podrá salir si depende de sus propios responsables.
Estas circunstancias se acentúan, aún más, en nuestra isla. Donde perviven, aún hoy en día, actitudes caciquiles por parte de dirigentes políticos y personas influyentes, que se traducen en políticas del miedo.
Provocando así, que determinados grupos de ciudadanos/as se encuentren, a la hora de votar, condicionados, de tal manera, que se ponga en cuestión su derecho de poder emitir el voto en total libertad. Una condición indispensable para que unas elecciones se cumplan en condiciones democráticas.
Pero todo lo anterior no debe de ser razón de desánimo o conformismo para la ciudadanía, ya que este solo colaboraría al continuismo de la situación actual de déficit democrático.
Esta situación debe de ser un factor determinante para la movilización de la ciudadanía y su articulación en organizaciones autónomas que se sobrepongan a las divisiones ideológicas y las confrontaciones sociales; en muchas ocasiones creadas artificialmente, por intereses particulares, pero que no se corresponden a la realidad ni al sentir de los/as ciudadanos/as.
Una movilización más allá de las banderas y los personalismos que desde siempre se han creído los portadores de la verdad más absoluta; porque no hay bandera ni color capaz de albergar y representar a la pluralidad de la ciudadanía.
Para así, entre todos/as poder llegar a democratizar las instituciones públicas; para que estas respondan a las verdaderas necesidades y preocupaciones de la ciudadanía, más allá de los intereses políticos, y lograr la participación activa de los/as ciudadanos/as en el control de la gestión y la toma de decisión de las diferentes instituciones.
Edgar A. Freivalds Trujillo - Coordinador General de Iniciativa Ciudadana por Fuerteventura (I.C.F.)
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