Blogia
Lazos Rotos

El derrocamiento de Allende o la anatomía de un golpe de Estado.

Golpe de Estado en Chile

Agencias / ABN.- A 32 años del golpe de Estado que acabó con el gobierno democráticamente electo de Salvador Allende en Chile, numerosos documentos han dejado al descubierto cómo la intervención estadounidense, a través de todos los medios posibles, interfirió en los asuntos internos de un país sudamericano para llevarlo a una dictadura.

Salvador Allende fue el primer presidente socialista en llegar a la más alta magistratura de un país occidental por la vía del sufragio. Sin embargo, en el mundo polarizado por la guerra fría de los años 70 los cambios radicales llevados a cabo en la nación sureña no fueron del agrado de rancios sectores que veían con profundo nerviosismo la pérdida de todos sus privilegios.

Pero, quizás el más asustado fue Estados Unidos, lo que significó sumar un enemigo muy pesado a las aspiraciones del gobierno socialista. De allí que el gobierno de Allende no superase los 3 años y viviese en una crisis política que se fue acentuando a medida que sectores internos y externos llevaron a un golpe de Estado sangriento que, liderado por Augusto Pinochet, llevó al país a 15 años de dictadura.

Pero, la historia de cómo Estados Unidos se convirtió en un formidable enemigo es ahora que se está conociendo con más detalles, por lo que se puede conocer la anatomía del derrocamiento de Allende.

La investigación periodística así como la desclasificación en Estados Unidos de documentos que registran órdenes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y conversaciones del Secretario de Estado norteamericano para aquel momento, Henry Kissinger, dan imágenes de precisión de lo ocurrido.

En 1972 el columnista Jack Anderson sacó a la luz la participación de la International Telephone and Telegraph Co. en la conspiración que preparó el golpe. La ITT, compañía telefónica que tenía fuertes inversiones en Chile, incluía ofertas de un millón de dólares para los esfuerzos de la CIA tendientes a impedir que Allende ascendiera al mando.

En 1975, el informe del senado de Estados Unidos Acción Clandestina en Chile 1963-1973 reveló la amplia intervención de este gobierno en la política chilena durante la década anterior al golpe militar del 11 de septiembre de 1973.

Fueron famosas las palabras de Henry Kissinger: "No veo por qué tenemos que quedarnos como espectadores y mirar cómo un país se vuelve comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo". Se señala que el Presidente norteamericano para esos años, Richard Nixon, reunido con Henry Kissinger, entre otros funcionarios, expresó: "hay que desestabilizar la economía del país".

Según la periodista Susana Rojas del medio digital chileno El Periodista, la desestabilización emprendida por la CIA abarcó diversos frentes que iban desde saturar los medios de comunicación con información alarmante, provocando pánico en la población, hasta el financiamiento total de prolongadas paralizaciones para acrecentar el clima de conmoción.

Afirma la periodista que para 1972 el clima que reinaba en el país estaba llegando a su punto más álgido. El odio gestado día a día se transformaba en huelgas, sabotaje y en un sin fin de acuerdos entre los golpistas extranjeros y nacionales.

Según Rojas, los rumores que circulaban incitaban a la gente a retirar sus ahorros de los bancos, y a desaparecer del mercado cuanto artículo existiera. En este escenario resultaba difícil imaginar que algo peor estaba por suceder.

El día 9 de octubre de 1972, Chile fue sorprendido por una huelga de transportistas. La Confederación Nacional del Transporte presidida, según Rojas, por uno de los dirigentes del grupo paramilitar de ultraderecha "Patria y Libertad", León Vilarín, y que reunía a 165 sindicatos de camioneros, con 40 mil miembros y 56 mil vehículos, decretó paro indefinido de actividades en todo el país.

La huelga, financiada desde EEUU e inserta dentro del denominado "Plan Septiembre", buscaba, según los documentos desclasificados de la CIA, poner en práctica una técnica que, bajo un contenido de masas, se basa en el "gremialismo" de los patrones y en la "resistencia civil" de la burguesía.

El descontrol invadía al país y el gremio de transportistas se hacía más fuerte. Se sumaron la Confederación del Comercio Detallista con un cierre casi total de sus locales, la Confederación de la Pequeña Industria y Artesanado, las Federaciones de estudiantes universitarios y secundarios, entre otros.

Acorralado por los gremios y con el país en crisis, Allende buscó una solución inédita en su mandato: juramentó un nuevo gabinete compuesto por tres miembros de las Fuerzas Armadas, entre ellos el comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats. Fue éste el primer acercamiento de los militares al poder.

Para 1973 el gobierno de Allende se encontraba desgastado, y difícilmente podría resistir otro paro como el de octubre del 72. Sin embargo, vino y fue el detonante final.

Esta paralización, que fue histórica, producto de su fuerza y cohesión, fue la antesala a la intervención de las fuerzas militares en Chile. Intervención que un 11 de septiembre de 1973 tomó la forma de un golpe militar coordinado, sangriento y brutal.

Salvador Allende se quedaría con algunos de sus ministros en el Palacio de la Moneda, sede del gobierno en Chile, y perdería la vida.

Al final, la labor de la CIA, el Departamento de Estado norteamericano y grandes cantidades de dólares demostraron que, actuando coordinadamente, se puede poner contra la pared a un gobierno incómodo. Claro está, siempre será importante cómo se comportan los que están dentro del país.

0 comentarios