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Lazos Rotos

Políticos en venta. Boris Vian.

Boris Vian

Jesús Prieto / inSurGente.- La palabra "parlamentario", es de origen francés. Se descompone en dos vocablos: "parla" (de parler, hablar) y "mentario" (de menteur, mentiroso). Poco a poco, las dos palabras fueron juntándose y olvidando su origen, que sigue, sin embargo, bien presente. "Hay un problema que suele plantearse a veces: el del coste de un parlamentario. Se dice a menudo, en efecto: Fulano está en venta, Mengano se ha vendido, pero se omite precisar el precio. ¿Se podrá, contando con determinados elementos conocidos, fijar un baremo aproximativo, que permita al usuario arreglárselas? Las modas reinantes son engorrosas, y el extranjero, el turista que tratamos de atraer a nuestros pagos, puede sentir la tentación de llevarse a casa un souvenir que no sea precisamente un toro o un torero en pequeñito".

    La Cámara de Diputados corre el peligro de convertirse, más allá de nuestras fronteras, en un objeto tan solicitado como nuestros primeros motivos de exportación. ¿Por qué no aprovechar la cosa y cederles a unos cuantos de esos pensionistas? Siempre habrá los suficientes y, por otro lado, los eventuales compradores no tardarán en hartarse de ellos, con lo que podremos reexpedirlos rápidamente y gratis. Buena ocasión para montar un lucrativo pequeño comercio.

    La jurisprudencia reciente nos proporciona una interesante evaluación, que, sin embargo, no deja de resultar inquietante: ¿no ha habido un tribunal que ha absuelto a la mujer de un charlatán de esos, en Orleáns (Francia)? Un tal Chevalier, al que ella había apiolado... Parece que aprovecharon la ocasión para extenderse hablando de las virtudes de la víctima, a la que los periódicos presentaron como un magnífico bocazas. ¿Son los jueces seres inteligentes? No lo sé. Bueno, no quiero mentirles, sí lo sé: no lo son. El caso es que, de todos modos, con su decisión, los jueces dieron a la piel del personaje un valor rigurosamente nulo. ¿Exageraron quizá? ¿O bien se dieron cuenta de que, una vez muerto, ya sólo podía ser vendido en una ocasión?

    ¡Prestemos atención a este extremo, totalmente característico! Llama mucho la atención que el hecho de estar vendido no impida al parlamentario venderse de nuevo. Es uno de los pocos casos comerciales de disponibilidad permanente.

    Como se ve, la venta de un parlamentario es una operación financiera compleja, y pone en danza todo un código más o menos oculto, guardado en secreto bien tontamente por los interesados, aunque el hombre y la mujer de la calle estén perfectamente al cabo de la ídem.

    Es bastante simbólico que la única evaluación reciente del precio de un parlamentario provenga de la Justicia. No hay árbitro mejor situado para ello que un juez. Un juez es invendible por definición, porque no existe moneda lo suficientemente pequeña como para hacer el trueque sin que pierda el comprador. Cierto que existe la posibilidad del agente de Policía. Pero éste, para empezar, no se vende porque se lo impide su contrato (salvo que el que le ha contratado, haya sido comprado a su vez y haga la vista gorda en plan corporativo), y hasta puede que sea preferible quedarse con once policías antes que cambiarlos por un juez. Pero dejémonos de filosofías: nuestro deber es iluminar a nuestros lectores y lectoras, a los que ya se les tima demasiado a menudo, proporcionándoles, a título de compensación, un consejo útil. ¿Qué precio tienen ustedes que pagar, en definitiva, por su parlamentario?

    Desechen ustedes ya de entrada la idea de que les puede compensar comprarse un parlamentario por el procedimiento de alquiler, venta, renting, lising, o a plazos. En esas condiciones, el parlamentario no sería nunca verdaderamente suyo.

    El verdadero método para comprar un parlamentario es el método directo. Los hay que preguntan: ¿lo compramos vivo o muerto? Respuesta. elijan la segunda solución. Fijemos cifras: consideramos personalmente barato todo parlamentario muerto que nos sea ofrecido por una cifra que vaya de 60.000 a 300.000 euros, según tamaño.

    Puede parecer un derroche. En realidad, un cálculo de párvulo les permitirá darse cuenta al instante por sus propios medios de que vivo es todavía más ruinoso. Sale muchísimo más caro, o sea.


El texto, reducido y traducido en 1977 por la redacción de la revista Saida y actualizado en parte por nosotros, pertenece al brillante Boris Vian (en la fotografía), un escritor francés muerto prematuramente -y hoy prácticamente olvidado- al que queremos rendir desde aquí un homenaje, agradeciéndole su visión de futuro, pues, como se puede apreciar, lo escrito tiene perfecta vigencia.

Si quieren saber más sobre él, aquí les pasamos algunos enlaces:

  • Sobre Boris Vian 1

  • Sobre Boris Vian 2

  • Sobre Boris Vian (en francés)
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