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Lazos Rotos

Fue niña.

Bitácoras / Fahrenheit 451.- Fue niña -dijo una enfermera con una sonrisa en los labios- y todo ha ido perfectamente, las dos se encuentran bien. Puede pasar a verlas.

Todos se abrazaron y felicitaron al padre. Era niña. Su pequeña hijita.

Para sus padres ayer fue el día más feliz de sus vidas. Ha nacido fuerte y sana. Tiene unos ojos negros preciosos, con una viveza que denota una extraordinaria inteligencia. Saben que será muy lista. Estudiará una carrera y destacará. También sus padres son muy inteligentes, estudiaron los dos una carrera, si bien ahora no la pueden ejercer.

El nacimiento de esta niña, que duerme ahora en el regazo de la madre, les ha devuelto la ilusión. A ellos y a toda la familia. El abuelo lloró de alegría nada más enterarse de la noticia y, cuando vio a la niña por vez primera, no pudo evitar que se le cayese la baba, provocando las risas de toda la familia allí reunida y una dulce reprimenda de la abuela. Poco a poco han ido llegando los primos y primas a ver a la pequeña y se ha formado un pequeño revuelo en la habitación. Las enfermeras han tenido que esforzarse para que madre e hija pudiesen descansar tranquilas, desalojando poco a poco a los familiares.

Sólo ha permanecido allí el padre, que no se ha alejado un solo instante de las dos mujeres más importantes de su vida. ¡Habían pensado tanto en este día! Pero nunca se imaginaron que fuese tan hermoso.

Hoy es un día de fiesta para la familia Guenoun. Esta niña les ha abierto una puerta a la esperanza. La madre se llama Radmila. Es polaca y vino hace 4 años a España. En su país había estudiado Matemáticas, pero aquí se dedica a limpiar casas y, dos veces por semana, le da clases particulares a una niña, cree que es su forma de no perder los conocimientos y algún día espera dar clase en un colegio. El padre se llama Khaled y es argelino. Llegó a España hace 10 años. En Argelia la violencia se había hecho constante y Khaled decidió marcharse. Allí había estudiado Filología, es un gran experto en lengua bereber y habla cinco idiomas, pero de momento tiene que conformarse con trabajar en un bar de Lavapiés. De vez en cuando le suele salir algún trabajo de traductor, pero nada estable y con poco sueldo.

Esta mañana se han puesto de acuerdo en el nombre de la niña. Se llamará Halime. Todas las enfermeras han coincidido en que es un nombre precioso. La niña las tiene locas. Ha heredado los preciosos ojos negros de su padre y la piel blanca de su madre y nadie duda que será preciosa cuando crezca.

Mientras tanto, la vida sigue. Khaled tiene que volver a trabajar. Ahora su sueldo es el único que llegará a casa. Radmila no podrá trabajar por algún tiempo. Trabaja sin contrato, por lo que no recibirá ningún dinero. Habrá que apretarse el cinturón. Pero todo lo compensa Hamile. Sus pequeños deditos se aferran a las sábanas de la cama como si se aferrasen a la vida misma, a esa vida a la que han tenido que aferrarse sus padres, a esa vida que ahora es de esperanza gracias a ella.

Ayer también nacieron otras niñas. No todas son iguales, a pesar de haber nacido iguales. En este mundo en el que soñar es cada vez más difícil, Halime representa la ilusión por un mundo nuevo, la ilusión por la que luchan millones de personas. Otras niñas nacidas el mismo día representan, sin que ni siquiera lo sepan, lo horrible de este mundo: la Historia manchada de sangre, la opresión, el privilegio, la humillación, la injusticia que reina en el mundo. Leonor nació el mismo día que Halime. En su inocencia, la pequeña Leonor representa las miserias de un mundo que hay que transformar. La pequeña Halime es el futuro. Leonor, lo siento, pero tú eres el pasado.

Y esto no es demagogia. Esto es la realidad, es la vida, la pura vida, esta puta vida que nos ha tocado vivir, la vida que le ha tocado vivir a tantas personas, jodidas y rejodidas, porque son los nadies, mientras ellos y sus hijos son alguien, pero en el fondo no son nada, para nosotros no son nada más que el símbolo de lo que hay que cambiar en este mundo.

Todos nacemos de forma idéntica. En el acto de salir del cuerpo de nuestras madres todos somos iguales: ricos y pobres, blancos y negros, cristianos y musulmanes; pero a partir de ahí, nada es igual, y no a causa de ese devenir humano que hace que todos seamos distintos -¡qué aburrimiento si no!-, no es igual porque todavía sigue siendo muy diferente ser hijo de reyes que hijo de esclavos modernos, hijo de Europa que hijo de África, hijo del derroche que hijo del hambre. Nacemos iguales pero en el mismo acto de nacer ya nos dividen, ya nos clasifican, ya nos enfrentan, ya nos joden, porque, sobre todo, sigue naciendo mucho hijo de puta...

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