Allons racaille de la patrie.
Francisco Déniz / Artículos de opinión.- El título de esta columnita podría ser el estribillo del himno francés, pero me ha parecido más adecuado cambiar el muchachos (enfants) por chuzma (racaille), porque es así como algunos responsables franceses se han referido a quienes llaman poderosamente la atención todas las noches. Por eso, y porque si la revolución francesa la hicieron aquellos muchachos al paso de la marsellesa, hoy parece más probable que sea la chuzma ultraperiférica el sujeto histórico llamado a decir que las cosas no pueden seguir así. El concepto de Turba o Chuzma lo empleó cierta psicología social cuando intentaba explicarse la violencia de las ingentes cantidades de masas de pobres que se agolpaban en la periferia del París posrevolucionario del XIX. La chuzma generaba un estado de pánico revolucionario permanente en las élites del momento. Como hoy. Por eso echaron mano de algunos psicólogos y sociólogos que esbozaron su particular teoría de la chuzma. Esa Turba simpatizaba con la tríada de libertad, igualdad y fraternidad.
Por otro lado, en cierta ocasión, Kart Marx dijo algo así como que una revolución con corazón francés y con cabeza alemana sería absolutamente imparable. Dicen los expertos que la revuelta francesa no tiene cabeza, organización, ni estrategia, pero los gobernantes siempre dicen eso de los movimientos sociales para desacreditarlos. Luego hablan de diálogo cuando no han dialogado nunca con los miserables de la tierra. Y no dialogan porque no tienen de qué dialogar, simplemente sirven a un sistema que genera más y más miseria, y que la va acumulando en las barriadas que con el tiempo se convierten en guetos, y con el tiempo provoca estallidos sociales más o menos significativos, pero que cotidianamente convierten la vida de millones de seres humanos en un laberinto sin salida. En un breve viaje a ninguna parte. Pero ¡ojo! ese laberinto no es patrimonio exclusivo de los franceses, si algo ha puesto de manifiesto la protesta de lracaille es que en cualquier momento podrían arder los nuestros. Sí, los guetos de la región Ultraperiférica de clima adverso que por fin va a denominarse Archipiélago Canario. Una simple mirada sociológica a un leve cambio de itinerario por nuestras ciudades de Santa Cruz, La Laguna, Las Palmas, Telde, Arrecife, Puerto Cabras, a nuestros pueblos de Jinámar, Gáldar, La Aldea, Vecindario, San Isidro, El Fraile, Playa Honda, Parque Holandés, etc. me dará la razón. Y no hablo sólo de inmigrantes de primera o segunda generación, hablo de la gente del país de toda la vida. ¿Qué de qué país? del país de los canarii amigo.
Por eso, cuando me preguntan por la situación de la juventud, del fracaso escolar, de la violencia, de la delincuencia común, del individualismo exacerbado, todas las respuestas que se me ocurren me parecen cortas, en el fondo porque intuyo y sé, que lo que hay es una marejada de fondo terrible. La gente quiere respuestas simples a problemas complejos, y las autoridades, desean consensuar medidas simplísimas contra un malestar profundamente complejo. No desean aterrizar los gobernantes. No les conviene, pues ello significa admitir su fracaso y, de paso, el fracaso del sistema. Llámenlo como quieran yo prefiero el de toda la vida, el sistema capitalista. Después de algunos años de titubeo, hoy sabemos que el concepto preciso es capitalismo, que es salvaje, y que no está por llegar, llegó hace rato, y lo que sucede en Francia sucede en todo el mundo. La diferencia es que en Francia le han echado corazón, pero la realidad que se vive en las periferias parisinas también se vive en las ultraperiferias. Como Canarias. Sólo que aquí, hasta ahora, nadie le ha echado corazón, pero el caldero está en su punto. El día que se le eche corazón, que nadie se extrañe, que nadie busque a un sociólogo. Y el día que se le eche corazón y cabeza, aunque sea alemana, apaga la luz y vámonos.
Paco Déniz
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