El partido del Mal.
Jaume dUrgell / Kaos en la Red.- El autor nos invita a un pequeño juego de imaginación: un ejercicio irónico -rozando el sarcasmo-, en el que nos propone una serie de situaciones figuradas, con las que trata de siluetear una realidad evidente, pero sin llegar a nombrarla en ningún momento.
Supongamos que existiera un partido político que odiara tanto la Democracia, que aprovechara cualquier oportunidad para conculcar sus valores forzando la redacción de una Carta Magna en la que el máximo mandatario no fuera elegido periódicamente por el pueblo imaginemos un partido que no se organizara en base a criterios democráticos, sino que sus líderes fueran nombrados de modo arbitrario y sus decisiones estuvieran presididas por la opacidad, el pensamiento único, y un inconfesable equilibrio entre miedo y ambición. Un partido político cuya fundación enraizara con los herederos de quienes en su día tomaron el poder por las armas, en contra de la voluntad del pueblo expresada en las urnas.
Imaginemos un partido político que se negara a condenar un régimen dictatorial que llegó a encarcelar comunistas, republicanos, homosexuales; llegó a enviar tropas para defender el gobierno de Adolf Hitler; estigmatizaba a las madres solteras; realizó bombardeos aéreos sobre núcleos urbanos desprovistos de instalaciones de interés militar y llegó a prohibir el uso de las lenguas autóctonas entre otros crímenes de lesa Humanidad.
Imaginemos que existiera un partido político que se dedicara a traficar con los sentimientos que rodean el fenómeno del terrorismo, con el fin principal de conseguir beneficios electorales. Un partido que empujara, retorciera y cosechara cada gota de lágrima de las pobres víctimas de la violencia política. Un partido que al mismo tiempo, truncara cualquier solución basada en la palabra y los votos y se dedicara a echar más leña al fuego, explotando los odios más viscerales de todas las partes en conflicto, mediante la unificación sincronizada de una interminable serie de discursos incendiarios de divulgarían sus portavoces, escritores, periodistas y tertulianos a través de los medios de comunicación de su área de influencia.
Imaginemos un partido político, que contara con el apoyo incondicional del ejército. Un ejército que haría las veces de osario ideológico para todo un elenco de dinosaurios -y descendientes-. Un ejército que -como todos los ejércitos- tendría esquemas de organización feudal, en el que libertades fundamentales como el derecho de sindicación o reunión estarían prohibidas, y en el que una pequeña cúpula ultra-fascista dominaría una turba armada de mentes planas y hambrientas, a la que -como en la lejana Roma- se le prometerían obsequios como la ciudadanía -para los extranjeros-, o refugio para frikys, vagos y orates, y se organizaría en legiones.
Imaginemos un partido político que actuara con tibieza a la hora de investigar los casos de tortura y malos tratos que reiteradamente denuncianla Organización de las Naciones Unidas y Human Rights Watch, refiriéndose a España en sus respectivos informes anuales. Constituyéndose en un encubridor de facto -cuando no instigador-.
Imaginemos la existencia de un partido político que cerrara periódicos. Un partido que criminalizara a otros partidos políticos. Un partido que se dedicara a aumentar resentimientos históricos entre los ciudadanos de los diferentes territorios sobre los que gobernara valiéndose de perjuicios étnicos, lingüísticos, jurídicos e incluso climatológicos
Supongamos la existencia de un partido que defendiera los intereses de una pequeña elite empresarial, en detrimento de los de las clases trabajadoras; y que pese a la diferencia en número de interesados, se valiera los medios de comunicación de masas para crear la ilusión de que votar la opción que te perjudica, es bueno.
Imaginemos un partido político que valiéndose del miedo a lo desconocido; proporcionara pensamientos ya elaborados, para alimentar la mente de quienes no se toman el tiempo de hacerlo por si mismos, consiguiendo así cultivar semillas de odio contra lo diverso: odio contra quienes piensan de otro modo, odio contra quienes aman de otra forma, odio contra quienes son de fuera, contra quienes no son como nosotros, contra quienes no creen lo que hay que creer, contra quienes son inferiores, contra quienes sufren discapacidades, contra quienes perdieron una guerra
Imaginemos un partido político que tuviera un credo oficial. Un partido que permitiera que los cónsules de una teocracia totalitaria extranjera, decidir sobre la continuidad laboral de una parte del profesorado español, al que se pagara con fondos públicos. Un partido que supeditara la tradición al progreso. Un partido para el que la mujer no estuviera en pie de igualdad con el hombre. Un partido político que se atreviera a legislar sobre la capacidad de las personas para decidir sobre su cuerpo.
Supongamos que ese partido político, fuera capaz de valerse de falsedades, para involucrarse en una orgía descontrolada de muerte y destrucción (guerra), yendo del lado de quienes poseyeran una brutal desproporción de medios y tecnología. Causando la completa destrucción de las infraestructuras de un país lejano, centenares de miles de asesinatos -entre ellos, periodistas y profesionales de la comunicación- y sumiendo a dicho pueblo en el caos y la miseria con la única intención de conseguir mayores cotas de poder y rendimiento económico.
Imaginemos que existe un partido político que en el que la corrupción está bien vista, siempre que se lleve con cierto disimulo. Un partido en el que no dudarían en alterar el censo -por ejemplo, mediante la inclusión irregular de españoles emigrantes-, con tal de conseguir la permanencia en el poder.
Imaginemos un partido, para el que la conservación del Medio Natural, la investigación no-militar, la condonación de la deuda externa, las políticas de integración de inmigrantes, la lucha contra la violencia doméstica, la protección del arte o la cultura no representaran un asunto prioritario.
Imaginemos un partido político que fuera capaz de manipular los fantasmas de la desvertebración nacional o el ruido de sables, con el único propósito de fabricar contenidos para una oposición destructiva, basada en el alejamiento de la realidad, la negación de cualquier argumento ajeno y la mala educación.
En caso de existir un partido político así, ¿qué nombre tendría?
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Luis Almeyda -