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Lazos Rotos

Desigualdades sociales. Memoria histórica.

Web republicanas / Icod Republicano.- En Icod de los Vinos como en toda Sociedad Capitalista estaba presente la Lucha de Clases, la desigualdad social entre los dueños de los medios de producción y la gran masa productora, se hacía visible en cada rama y en cada lugar de trabajo. Las jornadas laborales se extendían de sol a sol y los jornales rayaban en la miseria. No existían los sindicatos ni Ley de Trabajo que regulara el sistema laboral. La propiedad de la tierra y del agua (vital en Canarias), principales ramas de la producción (platanos y tomates) para la fecha que se está analizando, estaban en manos de un reducido grupo de familias.

Las grandes fincas de regadío, que daban ocupación a la gran masa laboral asalariada, eran en el término municipal de Icod, propiedad de la clase social dominante, la que economicamente era fuerte y políticamente regía los destinos del Pueblo, poniendo y quitando alcaldes a su libre albedrío.

Les seguían en importancia, los propietarios de las fincas de secano, dedicados a las siembras de papas, cereales, verduras y frutas, especialmente uvas, gran cantidad de éstas eran destinadas a la elaboración de los más variados vinos. El cultivo y explotación de estas grandes fincas de secano, requería de poca mano de obra asalariada, que solo era contratada en las épocas de siembra y recolección de las cosechas, con salarios de miseria.


Republicanos icodenses

Les seguían en importancia, los propietarios de pequeñas fincas de secano, que no las cultivaban directamente, para dedicarse a actividades comerciales y se las entregaban a campesinos sin tierras por el sistema (aún pervive) llamado de "medianería". En este caso el propietario sin mover un solo dedo, explotaba a toda una familia campesina. No había trabajo asalariado, la producción quedaba sujeta a la voluntad del propietario, que decidía que semillas se iban a sembrar, se hacía llamar el "amo", los hijos del medianero, llevaban cada día, bien temnprano, la leche de vaca y las mejores frutas y generalmente, una de las hijas del medianero trabajaba de servicio sin cobrar nada, en la casa del "amo".

De esta jugosa forma de explotación, que estaba generalizada, el "amo", sin que mediara ningún esfuerzo se tomaba para sí la mitad de la producción de un año de trabajo de toda una familia. ¿Y si enfermaban?¿Y si había mala cosecha, porque no llovía durante dos o tres años seguidos?¿Y si moría el medianero, o cualquiera de la familia?. ¡Ah!, eso no era responsabilidad del "amo".

Por último en la explotación de la tierra, estaba el pequeño parcelero, éste era el propietario de una pequeña parcela que cultivaba para sí, ayudado por su familia. Aquí todo era pequeño, en la explotación agrícola no había economía más reducida. La división por las herencias la habían llevado a la mínima expresión: el huerto, la casita, las cabras, las aves de corral, los aperos de labranza, las semillas, el burrito para transportar el agua de las fuentes públicas. Las siembras eran hortalizas, verduras, frutos menores y algunos árboles frutales. Cuando sus hijos crecen, la meta de los varones, era la emigración y de las mujeres el casamiento, o el trabajo asalariado para ambos, pues esa pequeña parcela no daba para más.

De este pequeño análisis sobre una de las ramas de la producción y su estrecha relación con la lucha de clases, podemos deducir muchos aspectos que nos conducen directamente al enfrentamiento de orden político, social y económico, entre los grandes propietrarios de los medios de producción agrícola y las grandes masas asalariadas del campo.

Por la necesidad de abonar la tierra surge la clase peor pagada: "Las pinilleras". Estas campesinas, que viven en las cercanías de los montes, que se levantaban de madrugada dejando a sus hijos en la cama para ir al monte a recoger pinillo seco ( hojita finita de nuestros pinos), que parece que no pesa nada, pero que recogida con las manos doloridas y encallecidas se formaban haces voluminosos que pesaban 80, 90 y hasta 100 Kg, para ser transportados sobre sus cabezas, hasta la pesa del comprador, por el cual percibían la mísera suma de 0,75 o una peseta por Kg, después de haberla cargado varios kilómetros descalzas y algunas mujeres embarazadas.

No podemos olvidarnos de la existencia de otro factor de poder: Los aguatenientes, estos muchas veces no poseían tierras, sino agua. Eran propietarios de acciones de galerías, o de pozos, o de los sobrantes de las fuentes públicas. Este líquido tan preciado para la vida y que en nuestras islas es en gran parte fosil, es decir escasamente renovable, era propiedad privada de unos pocos aguatenientes y para colmo no generaba empleos; unos pocos canaleros, cambiadores de tornas, o medidores de agua, los cuales se divididían entres dos empleados las 24 horas del día, para que el aguateniente durmiera tranquilo.

En nuestro Archipiélago, en ninguna de nuestras islas, ni en ningún rincón de ningún pueblo, se permitió la instalación y desarrollo de grandes industrias a excepción de la tabacalera y dos derivados de la harina de plátano con muy poca importancia, hablemos ahora de la artesanía, una especie de clanes familiares, que por tradición hereditaria, pasaban los conocimientos de padres a hijos. En su desarrollo, de acuerdo con la ley de oferta y demanda, se contratabann, o no, algunos operarios asalariados, o por tareas, Así en nuestro pueblo habían varias carpinterías, zapaterías, barberías, sastrerías, relojerías, panaderías, confección de ropas femeninas y masculinas con varias costureras, calados, bordados, molinos de gofio, cachimberos, toneleros y muy pocos y pequeños comerciantes que generaban muy poco empleo, que desempeñaban las dos funciones a la vez: la de artesano y la de pequeño comerciante.

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