La frágil armonía de Ocho.
Medios alternativos / Trabajadores digital.- Luis Jesús González. Con las sombras de la agresión sionista al Líbano, los líderes de los países más industrializados encontraron en la ciudad rusa de San Petersburgo el escenario propicio para un contacto protocolar, colmado de propuestas, pero despojado de acuerdos concretos.
Divididos entre conservar la armonía y encontrar salida a los problemas más urgentes del planeta, los mandatarios de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia Japón y Rusia tuvieron pocas horas para hallar las soluciones que reclaman estos tiempos.
Así lo evidencia la ambigua declaración común sobre los continuos ataques de Israel contra el Líbano y la franja de Gaza, en la que las fuertes presiones norteamericanas lograron equiparar la responsabilidad del agresor con la de los agredidos y condicionar el cese del genocidio al fin de todo acto de resistencia.
Incapaz de ocultar las enmascaradas diferencias, el texto aprobado coloca a Rusia, Francia y en menor medida a Italia como amables antagonistas de la delegación presidida por el mandatario estadounidense, George W.Bush, quien consiguió culpar al gobierno de Siria y a las milicias de Hezbollá del bárbaro bombardeo israelí contra la población civil, aunque las posteriores declaraciones de los gobernantes dejaron al descubierto las fisuras del bloque.
Rusia, en un momento de alza de los precios de los hidrocarburos y en su condición de primer productor de gas y segundo exportador de petróleo, obtuvo la congratulación del Grupo y de varios invitados al cónclave, como China, India y Brasil, preocupados por la necesidad de descongelar los postergados acuerdos de la Organización Mundial de Comercio, institución vedada a los rusos por la intransigencia estadounidense.
La presencia en San Petersburgo de un conjunto de naciones emergentes y de los organismos del sistema de Naciones Unidas puso al descubierto que las necesidades del mundo contrastan con la visión unipolar de las grandes potencias, y sus injustas fórmulas comerciales, basadas en aranceles proteccionistas y su pugna por el libre acceso a los mercados foráneos, las que mantienen en suspenso desde hace cinco años los acuerdos adoptados en Doha.
Dedicada a la educación, el clima y la energía, la Cumbre del G-8 reconoció a la enseñanza como el corazón del progreso humano, pero olvidó el medicamento para las cardiopatías, ya que según el director general de la UNESCO, Koichiro Matsuura, el 13% de la población mundial es analfabeta y 115 millones de niños entre seis y 11 años carecen de escuelas.
En relación con la energía el encuentro enfatizó la necesidad de trabajar por la apertura de mercados y la necesidad de inversiones para moderar los exorbitantes precios, un grato paliativo para varios integrantes del Grupo.
Los jefes de estados de las grandes potencias se mostraron partidarios de reducir el efecto invernadero y luchar contra el recalentamiento climático, posiciones inusuales entre los mayores emisores de gases contaminantes, a las que se sumó la aplicación del Protocolo de Kyoto, al que Estados Unidos ha hecho siempre caso omiso.
En materia de salud, la Cumbre definió el futuro mediante la solicitud a los estados de suprimir las tarifas que encarecen la importación de medicamentos y así reducir los costos de la atención médica a los pobres, aunque, según la organización ActionAID, sólo para enfrentar los efectos del VIH-SIDA en África hasta el 2010, serían necesarios cinco mil millones de dólares y de esos nadie habló, lo que demuestra que desde los lujosos recintos imperiales los problemas del mundo se miran de un modo diferente.
0 comentarios