La larga 'noche de los cristales rotos'.
Medios alternativos / La Jiribilla.- Roberto Bardini (Bambú Press). El 7 de noviembre de 1938, el judío alemán Herschel Grynszpan, refugiado en Francia, atacó a tiros a Ernst von Rath, secretario de la embajada del Tercer Reich en París, quien falleció dos días después. Como reacción, en la noche del 9 al 10 de noviembre se desató en Alemania un pogrom contra la comunidad judía, que derivó en 36 muertos y 36 heridos, además de la destrucción de 815 comercios, 171 casas, 276 sinagogas y 14 monumentos, según informó por escrito al día siguiente el jefe de Policía, Reinhard Heydrich, al mariscal Herman Goering.
El hecho se conoce como la noche de los cristales rotos (kristallnacht). Al pasar el tiempo, historiadores y periodistas judíos elevaron las cifras a entre 90 y 200 personas asesinadas, siete mil comercios atacados y más de mil 500 sinagogas destruidas. Según las mismas fuentes, más de 20 mil judíos fueron enviados a campos de concentración.
Esta historia tuvo su contracara, multiplicada, 55 años más tarde. El 3 de junio de 1982, el embajador israelí en Gran Bretaña, Shlomo Agrov, fue atacado a tiros por terroristas disidentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Aunque Agrov se salvó y murió de viejo en 2003, como reacción al atentado Israel invadió Líbano tres días después para destruir las bases de la OLP. El país árabe sufrió su propia y larga noche de los cristales rotos, que duró 18 años y causó 20 mil muertos, 32 mil heridos y medio millón de refugiados.
El atentado contra Agrov fue un pretexto. Hacía mucho tiempo que los estrategas militares israelíes habían planificado la invasión. En su biografía de David Ben Gurión, el escritor Mijail Bar Zohar (Ben Gurión, Editorial Aurora, Tel Aviv, 1986), cita el diario del estadista judío, quien el 21 de mayo de 1948 anotaba: El talón de Aquiles de la coalición árabe es el Líbano. La supremacía musulmana en este país es artificial y puede ser fácilmente destruida. Debería instaurarse un estado cristiano en ese país. Su frontera sur sería el río Litani.
Ya en 1917, el experto en explosivos Jaim Weizman, quien 31 años después sería el primer presidente de Israel, le había escrito al primer ministro británico, Lloyd George, pidiéndole que la frontera norte de un posible Estado Judío abarcara el valle del río Litani.
Y es exactamente ahí, al sur de Líbano y a 30 kilómetros del límite fronterizo, donde el ministro de Defensa Amir Peretz ha ordenado que se establezca el ejército invasor para lanzar una ofensiva en todo el país. Israel, el Estado permanentemente amenazado, parece dispuesto a ampliar sus fronteras por quinta o sexta vez y, de paso, apoderarse de una estratégica fuente de agua dulce.
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