A vueltas con la limitación poblacional en las Islas Canarias. La labor pedagógica de Coalición Canaria.

Pero el magisterio de los ¿nacionalistas? no queda aquí. A aquel sentimiento ingenuo de mis doce años de que vivía en una de las pequeñas y limitadas siete rocas del Atlántico, se ha unido ahora la necesidad de poner tope al crecimiento poblacional y, más específicamente, de frenar la llegada de migrantes. Lo de acotar el incremento humano tan urgentemente en las islas, la verdad, me parece algo discutible.
Pienso, por ejemplo, en el curso que recientemente despedimos y en cómo los niños extranjeros posibilitaron que el descenso de matrículas en muchos colegios canarios no se precipitase hasta tal punto de tener que recortar en profesores y aulas, lo cual no hubiese sido bueno para nadie. Pero más preocupante me parece que esa vigilancia hacia el aumento de la población en nuestras islas se haga dirigiendo toda la atención, única y exclusivamente, hacia los migrantes, especialmente hacia los llamados ilegales o irregulares (porque parece que alguien puede ser un ilegal o un irregular por marcharse de su país en busca de la comida que le falta).
Injustamente se acusa a los migrantes de ser los responsables de que haya disminuido la calidad de servicios públicos como la sanidad, algo que me parece, como poco, demagógico, pues los problemas con los que se encuentra la población migrante en nuestras islas para ser atendidos en cualquier centro de salud no son pocas.
¿De dónde nace entonces tal afirmación? Sin lugar a dudas la migración ha sido acogida por Coalición Canaria como feliz recurso con el que ocultar una política nefasta en materia de sanidad. ¿No hubiese sido mejor destinar el dinero que se gastó en retransmitir los partidos de fútbol de primera división por la nuestra a construir un hospital en el Sur? ¿No sería mejor tener un fuerte servicio público sanitario que tener que echar mano de los recursos privados? Creo que sí, pero como tal vez interesa más una política a modo del panem et circenses (esto va por el fútbol) y una lucración de ciertas entidades privadas (esto va por lo que va), pues entonces la mejor manera de ocultar la ineptitud es culpabilizar a un colectivo (el de los migrantes) que, a fin de cuentas, no viene a ser el verdadero responsable de la fragilidad de los servicios públicos.
Pero, con todo, lo más alarmante del asunto me parece que reside en el hecho de no hacer mención alguna a cómo el crecimiento turístico se convierte en sinónimo absoluto de crecimiento poblacional. No es este el lugar para discutir cómo el aumento de la infraestructura turística pone en peligro la calidad de nuestro entorno (lo cual no me deja de inquietar), o de cómo nos hemos volcado hacia un sistema económico único (que desprecia la agricultura y la pesca como potentes alternativas), pero sí de por qué no se pone límite a aquél de manera decidida.
Está claro. Interesa una política de cemento, y para justificarla pues se vuelve hacia la población migrante en una labor pedagógica que sólo intenta mediatizar la opinión pública y distraerla de los puntos centrales de la discusión: mala gestión de los servicios públicos, inadecuado (aunque interesado para algunos) viraje hacia el sector privado, nefasta política de estabilización económica y, sobre todo, desatención de todo lo concerniente al área social.
¡Que pena que un niño tenga que darse cuenta de que las Canarias son pequeñas sin mirar un mapa o sin tragarse seis días de autopista !
Fuente: Zebensuy Rodríguez :: El Confidencial de Canarias
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