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Lazos Rotos

Tú no te ocupes de la política y ya verás cómo la política se ocupa de ti.

No, desentiéndete de todo y dedícate a mirar la tele, a disfrutar del buen tiempo. Otros sabrán sacarle provecho a tu indiferencia, que para ellos vale su peso en oro. Limítate a decidir si acudes o no a votar una vez cada equis años y con ello siéntete un ciudadano participativo. Eso sí, cuando te toque la negra, cuando de repente vayan a por ti, a por los tuyos o a por lo tuyo, monta en cólera y exige a los demás que no hagan lo mismo que tú y se mojen en tu defensa.

Las derechas se han encargado de propalar ese rumor según el cual la política es algo sucio cuyo mera proximidad contamina, por lo que conviene mantenerse lejos de ella. La derecha del pepé, por supuesto, pero también las derechas socialistas y nacionalistas, que los fachas están embutidos en todos los partidos y los hay de todos los gustos y colores, no nos confundamos. Su deporte favorito pasa por convencerte de que tu participación en la vida pública es tangencial e innecesaria, cuando no directamente un estorbo. Prefieren, dónde va a parar, que les dejes hacer y deshacer a su antojo, e incluso se irritan como perros rabiosos cuando se les obliga a dar cuentas de sus actos, no vaya a ser que te dé por pensar.

Cuando esto sucede, cuando te da por cavilar por ti mismo y descubres que algo no te huele nada bien, te dicen que es porque te has politizado. Te has contaminado con ese terrible virus que es la conciencia cívica y de sobra saben lo contagioso que es, lo peligroso que resulta para la salud de sus tejemanejes. A partir de ese instante tratarán de descalificarte, anularte, machacarte, despreciarte, ningunearte a cualquier precio, ya sea mediante juego limpio o sucio. Ahí ya vale todo, y a ti, un miembro de la infantería ciudadana, te han colocado en su punto de mira.

Comenzarán por decir que tú, que para ellos nunca has sido más que un insignificante gilipollas, no eres malo por naturaleza, qué va. Como en realidad creen que no tienes ojos en la cara ni sabes pensar por ti mismo, dirán que es que otros te han manipulado y que tú te limitas a repetir sus consignas como un lorito descerebrado. Te desesperarás viendo cómo no te respetan lo más mínimo, cómo están convencidos de tu incapacidad para llegar a conclusiones propias a partir de los datos objetivos que te rodean. Y a ti, que estás seguro de que nadie te ha comido el coco, se te irán inflando las pelotas del alma cada vez con más intensidad. Y si además se te ocurre salir a la calle a mostrar tu rechazo, apaga y vámonos: entonces es que eres un caso perdido, un delincuente en potencia o, lo que aún es peor, un militante secreto de la oposición.

Como en realidad no perteneces a partido alguno, empiezas a preguntarte cómo cojones has llegado a este estado de cosas, y no tienes ni pajolera idea de lo que está pasando. Te sientes deprimido y abúlico, pero al mismo tiempo furioso como nunca. Es injusto cómo te están tratando, sobre todo cuando haces balance de conciencia y compruebas que, en efecto, tus premisas y conclusiones son ciertas, propias y válidas. Y, sin embargo, nadie te hace ni puto caso, ni siquiera muchas personas de tu alrededor a quienes parece importarle un carajo lo que está pasando y se limitan a ver la tele e ir al fútbol o a la playa. Tratas de explicárselo todo, pero siguen inhibiéndose, limitándose a consumir las toneladas de pan y circo, de propaganda, con las que se les atiborra desde el poder con dineros públicos. Ya no sabes qué hacer.

¿Estarás equivocado? Comienzas activamente a buscar información para verificar tus hipótesis. Acudes a reuniones de plataformas ciudadanas, lees éste y otros artículos de prensa y te parece mentira que tus vecinos y amigos no lo vean todo así de claro, si las pruebas están ahí, a la vista de quien quiera verlas. Pero también descubres, asombrado, cómo existen otros medios de comunicación que faltan a la verdad sin sonrojo alguno, que te señalan con el dedo como si fueses un bandolero, como parte de esa masa amorfa manipulada y estúpida.

Muy bien. Acabas de entrar en el club de quienes pensamos que la democracia es otra cosa. Bienvenido. A partir de ahora te costará seguir con tu vida apacible de antes, cada nuevo día te traerá una nueva dosis de veneno. El camino que has emprendido no tiene retorno, porque cuando se abren esos ojos ya no vuelven a cerrarse. Ya no eres parte de un rebaño, pero esas cosas conllevan un desgaste personal importante. Ahora que has dejado de ser un número, ahora que te has convertido en un ciudadano responsable capaz de ejercer sus derechos y deberes, no olvides que, para ellos, eres el enemigo. E irán a por ti.

Fuente: Carlos G. Roy :: Canarias Ahora

1 comentario

jose sanchez lleo -

Vd. tiene mas razon que un santo.saludos.