Sobre la inmoralidad política y el voto a fantasmas.
En la actualidad, tanto en nuestros municipios como en nuestra región o país, votamos cada cuatro años para elegir a nuestros representantes. Es decir, a las gentes que dirigirán nuestro destino. Este pensamiento es, no menos, que una mera idea tan volátil que, si destapáramos durante un breve instante el recipiente de las ideas, se esfumaría y perdería en el olvido. Es un noble pensamiento seriamente amenazado por la codicia de otro pensamiento; el pensamiento de la opresión y la gloria personal.
Hemos llegado a una situación de inmoralidad política muy grave, de la cual derivan numerosos problemas de corrupción e injusticia, opresión y codicia Esta inmoralidad se extiende por entre los políticos con la mortal virulencia de un reovirus, llegando a un punto en el que quizás no sepan en que partido están, cuales son sus ideas, o por qué luchan. Esta inmoralidad convierte la política en una carrera desenfrenada por alcanzar el poder, por elevar la personalidad en el equívoco mundo de la gloria y la aleja de la noble tarea de servir al pueblo, a la Nación.
Estos hombrecillos acaban siendo para nosotros meros fantasmas, unos son fantasmas debido a su prepotencia, otros son fantasmas debido a la transparencia de sus ideas y otros muchos fantasmas por su inexistencia. En la mayoría de los casos votamos a unos fantasmas que nos engañan con dulces mentiras o con preciosas insinuaciones. Les votamos para que en vez de usar sus retorcidas mentes en como servir al pueblo las usen para idear estrategias maquiavélicas, estúpidas y sin sentido con el único fin de derrotar al rival en un épico combate de patéticas acusaciones.
Pero no solo la inmoralidad contagia a políticos. De sus garras tampoco escapa la ciudadanía o nuestro, en apariencia, noble Sistema. La ciudadanía acaba harta de que sus deseos queden frustrados, sus inquietudes nunca solucionadas, sus palabras olvidadas y sus ilusiones precipitadas irremediablemente al oscuro vacío. Llegará un momento en que no crean en el Sistema, en el que lo aborrezcan, en que lo culpen por su situación y que confíen su desesperanza a grupos de tiranos que irremediablemente los esclavicen. Así pues, nuestro sistema se hunde en la inexistencia. La culpa solo puede caer sobre los políticos incompetentes, que con sus actos solo consiguen la desaparición de la idea de democracia de la mente de la ciudadanía y con la muerte de esta idea solo se consigue la muerte del sistema.
Fuente: Darlantan :: El Cañizo. Revista Independiente del Valle de Güimar. (Tenerife)
Hemos llegado a una situación de inmoralidad política muy grave, de la cual derivan numerosos problemas de corrupción e injusticia, opresión y codicia Esta inmoralidad se extiende por entre los políticos con la mortal virulencia de un reovirus, llegando a un punto en el que quizás no sepan en que partido están, cuales son sus ideas, o por qué luchan. Esta inmoralidad convierte la política en una carrera desenfrenada por alcanzar el poder, por elevar la personalidad en el equívoco mundo de la gloria y la aleja de la noble tarea de servir al pueblo, a la Nación.
Estos hombrecillos acaban siendo para nosotros meros fantasmas, unos son fantasmas debido a su prepotencia, otros son fantasmas debido a la transparencia de sus ideas y otros muchos fantasmas por su inexistencia. En la mayoría de los casos votamos a unos fantasmas que nos engañan con dulces mentiras o con preciosas insinuaciones. Les votamos para que en vez de usar sus retorcidas mentes en como servir al pueblo las usen para idear estrategias maquiavélicas, estúpidas y sin sentido con el único fin de derrotar al rival en un épico combate de patéticas acusaciones.
Pero no solo la inmoralidad contagia a políticos. De sus garras tampoco escapa la ciudadanía o nuestro, en apariencia, noble Sistema. La ciudadanía acaba harta de que sus deseos queden frustrados, sus inquietudes nunca solucionadas, sus palabras olvidadas y sus ilusiones precipitadas irremediablemente al oscuro vacío. Llegará un momento en que no crean en el Sistema, en el que lo aborrezcan, en que lo culpen por su situación y que confíen su desesperanza a grupos de tiranos que irremediablemente los esclavicen. Así pues, nuestro sistema se hunde en la inexistencia. La culpa solo puede caer sobre los políticos incompetentes, que con sus actos solo consiguen la desaparición de la idea de democracia de la mente de la ciudadanía y con la muerte de esta idea solo se consigue la muerte del sistema.
Fuente: Darlantan :: El Cañizo. Revista Independiente del Valle de Güimar. (Tenerife)
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