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Los vulcanólogos vigilan el aumento de la actividad sísmica en Tenerife.

Canarias tierra de volcanes

El aumento del número de seísmos que se registra en Tenerife desde el año pasado y su localización, en el noroeste de la isla, revelan que su dinámica volcánica "ha cambiado" y, aunque los científicos creen que todavía es pronto para saber en qué sentido, han llevado a reforzar los instrumentos de vigilancia.

Los vulcanólogos Alicia Felpeto, del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, y Javier Almendros, del Instituto Andaluz de Geofísica, explican esta semana en un curso sobre riesgos naturales de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) el caso de Tenerife, ante el interés que ha suscitado su actividad sísmica.

"En mayo del año pasado la estación más cercana que existía en aquella época registró unos 400 terremotos. Los terremotos volcánicos en general son muy pequeños, así que, de ellos, sólo se pudieron localizar unos 40 ó 50. Y que la gente notara, según los datos del Instituto Geográfico Nacional (IGN), hubo 5 ó 6", explicó Almendros, profesor de Física de los Volcanes.

Esa actividad sísmica, que sigue presente este año, aunque a otro nivel, es mayor que la que existía hasta entonces y, a diferencia de lo que venía ocurriendo con anterioridad, no tiene su origen entre las islas de Tenerife y Gran Canaria, sino que está centrada en la primera, concretamente en su zona noroeste, añadió.

"Esos terremotos revelan un cambio en la dinámica del volcán. ¿En qué sentido? Eso es lo que tenemos que averiguar, pero el problema de los volcanes es que para saber interpretar indicadores de este tipo, como es el aumento de la sismicidad, hay que tener un registro pasado. En el caso de Tenerife, el registro es muy corto", dijo.

Javier Almendros y Alicia Felpeto recordaron que, a diferencia de otros fenómenos naturales, como los terremotos, "los volcanes siempre avisan" cuando se va producir una erupción, pero para ello deben estar dispuestos sobre el terreno los instrumentos de detección necesarios y contar con un amplio conocimiento de cómo se han comportado en el pasado para saber interpretar sus señales.

En el caso de las islas Canarias, indicó Felpeto, el registro histórico de erupciones documentadas por el hombre abarca apenas los últimos 500 años y es necesario acudir a estudios geológicos, porque cinco siglos "para un volcán es como un suspirito". Esta investigadora del Instituto de Ciencias de la Tierra cree que en Tenerife cabe esperar teóricamente dos tipos de erupciones en el futuro, una de coladas de lavas balsálticas y otra de tipo explosivo, con caída de cenizas y flujos piroclásticos, mucho menos probable que la anterior, pero potencialmente más destructiva.

Todas las erupciones documentadas históricamente en Tenerife, incluida la última, la de 1909 en El Chinyero, responden al primer patrón y la más reciente de tipo explosivo de la que dan cuenta los datos geológicos sucedió hace unos 2.000 años en la Montaña Blanca. Desde que en 1971 entró en erupción el Teneguía, en la isla de La Palma, no ha habido ninguna otra erupción en Canarias.

Sin embargo, Alicia Felpeto se mostró convencida de que lo largo de su vida verá "una o más" en el Archipiélago, porque está en una zona volcánica activa, pero recalcó que eso no es motivo para alarmarse.

En el caso de Tenerife, las estadísticas indican que la isla registra una erupción aproximadamente cada 100 años en alguno de sus volcanes. El mayor de ellos, el Teide, no entra en erupción desde hace unos 1.250 años, según indican los estudios geológicos. El aumento de los seísmos ha llevado a las autoridades a mejorar la red sísmica de Tenerife y a que el IGN haya hecho planes para completar los sistemas de vigilancia con redes geodésicas, de gravimetría, de magnetismo y antenas sísmicas, según ha explicado en el curso Marcelino Vallés, geógrafo de este centro público.

Esos nuevos instrumentos permitirán saber con mayor precisión lo que está ocurriendo -apuntó Almendros-, si los terremotos indican una simple expansión horizontal del magma, si éste se acerca o no a la superficie o si todo responde a cambios tectónicos.

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