Itinerarios globales: De la brecha tecnológica al imperialismo cultural.
Marlon Zambrano*.Continuando con el artículo anterior donde intentamos ofrecer luces sobre el fenómeno de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, ahora queremos abordar un matiz singularmente relacionado con el viejo esquema de poder que separa a las mayorías de las minorías, esta vez en torno al acceso a Internet: la brecha digital.
No debe pensarse que la brecha digital Digital Drive se refiere sólo a una asimetría geográfica o económica, que insiste en separar a los países pobres de los países ricos, a los del norte de los del sur, a los desarrollados de los subdesarrollados o eufemísticamente de economías emergentes. La brecha digital se inscribe dentro de una larga lista de consecuencias de un trance tecnológico aún por descubrir, lleno de matices, como sucede siempre que los avances de la ciencia sorprenden a la humanidad. La brecha digital o tecnológica nos separa, incluso, del vecino.
Según los expertos del Banco Mundial, el concepto admite cuatro interpretaciones o puntos de vista: 1) Brecha en el acceso a la utilización de las TIC, que suele medirse mediante indicadores básicos como la extensión de la telefonía o de los ordenadores con acceso a Internet. 2) Brecha en la capacidad para la utilización de las TIC, medida por el nivel de habilidades y por la presencia de una serie de factores positivos. 3) Brecha en el uso real, con indicadores como tiempo de utilización de los diferentes servicios, número y tiempo de conexión de los usuarios, número de servidores de Internet o el nivel del comercio electrónico. 4) Brecha en el impacto derivado del uso, medido a través del retorno financiero o económico.[1]
Sin embargo, nada de esto podría explicarse si no ampliamos nuestra perspectiva de análisis y no nos remontamos a las relaciones internacionales, que se han caracterizado históricamente por el dominio de unos pueblos sobre otros.
La división de la sociedad en clases y la existencia de metrópolis y colonias, que en el siglo XV alcanzara su máxima expresión con el descubrimiento del continente americano, constituyó la expansión de las relaciones capitalistas de producción en el ámbito mundial. Las formas de dependencia han variado con el paso del tiempo, así como la lucha de los pueblos por encontrar vías alternativas para superar dicho estadio.
El fin de la Guerra Fría en 1989 marca el término de las viejas divisiones ideológicas. Prácticamente todas las naciones proclaman su afiliación al mercado global. Sin embargo, va apareciendo una nueva división difícil de abordar, esta vez basada en la creación, posesión e imposición tecnológica.
Si bien la existencia de considerables diferencias tecnológicas no es en sí una novedad en la historia de la humanidad, sí tiene en este caso consecuencias y efectos inéditos en un mundo que, aunque segmentado desde un punto de vista tecnológico, se está integrando cada vez más económicamente. La producción no especializada, con una baja aplicación de tecnologías, se ve marginada frente a formas de producción industrial o agrícola de mejor rendimiento, basadas en tecnologías de punta de los tecnopolos del mundo. Esta brecha tecnológica se ha ensanchado durante los últimos años con el desarrollo de nuevas tecnologías claves, y seguirá creciendo aceleradamente con la aparición de otros avances científicos como la ingeniería genética y el desarrollo de nuevos materiales.
Según Manuel Castells, no es casualidad que durante los años 90 aumentaran considerablemente las desigualdades económicas, la exclusión social y la polarización en el mundo, como queda expresado en los informes anuales sobre desarrollo humano que periódicamente presenta la ONU. Estamos hablando justamente de la década del inicio del boom de Internet, las tecnologías de la información y la llamada por él economía informacional. El hecho es que esta divisoria digital como la cataloga Castells, retrata la lógica de un poder mundial que ha logrado borrar las fronteras nacionales para dibujar un nuevo mapa, el de las desigualdades más próximas.
En consideración de la ONU, la evolución mundial hacia una sociedad de la información, que se analizó en la Cumbre Mundial de 2003, creó la necesidad de elaborar estadísticas para medir este fenómeno. La brecha digital está estrechamente relacionada con la aparición de la sociedad mundial de la información y es motivo de gran preocupación para los gobiernos.[2]
Las estadísticas son una evidencia aplastante: la economía en Red está generando un crecimiento económico en los países industrializados que ni siquiera se refleja en el número de empleos que produce, lo cual señala claramente cómo funcionan imbricadas la globalización y la economía informacional. El caso europeo también es significativo: las TIC han aportado durante los últimos años una media del 4,8% directo al PIB, pero su influencia en la creación de empleos ha sido muy limitada.
Mientras, se estima que al menos cuatro de los seis mil millones de habitantes que integran la humanidad, no tienen posibilidades de conectarse, situación que está estrechamente relacionada con el nivel de ingreso.
La brecha digital transciende los antiguos límites Norte-Sur, Primer Mundo-Tercer Mundo. Si bien es cierto que casi el 70% de la población de Asia, el 93% de Latinoamérica y el 98% de África no está conectado a la World Wide Web,[3] existen algunos casos donde el mercado de Internet está creciendo rápidamente aunque el porcentaje total de usuarios de Internet sigue siendo pequeño. En 1990, el 86% de los usuarios de Internet eran ciudadanos estadounidenses; hoy en día éstos sólo representan un tercio de todos los usuarios. América Latina es la región, dentro del grupo de países en desarrollo, con mayor crecimiento en materia de acceso a Internet: pasó de 17,6 millones de usuarios en 2000, a 35,4 millones en 2002.[4]
La brecha digital no es sólo un problema de conectividad. Muchos otros factores entran en juego para poder hacer un uso provechoso de las tecnologías, entre ellos, cuestiones educativas, de idioma e incluso de culturas. Los conectados y los no conectados no sólo existen en el plano global, sino dentro de cualquier país en particular.
Otras de las dimensiones de la brecha digital son de carácter generacional y de género. La nueva tecnología es usada principalmente por jóvenes entre los 15 y 24 años de edad y muy poco por mayores de 55. Los hombres hacen mayor uso de la tecnología que las mujeres. Ambos casos representan riesgos de desigualdad social.
La estratificación social dentro de cada país también es un factor clave para entender la brecha digital. Las estadísticas demuestran que por ejemplo, en el Tercer Mundo, la conexión la llevan a cabo minorías con importantes ingresos económicos, o sectores de alta formación académica.
También preocupa el predominio idiomático del inglés, aunque algunas estadísticas revelan datos que favorecen a las otras lenguas y culturas. Al parecer, de acuerdo con un estudio de Funredes y Unión Latina[5], de 1998 a 2001 las páginas Web en español habrían aumentado del 2,53 al 5,69%, y las de portugués del 0,82 al 2,81% del total disponible. En ese mismo período se registró una disminución de las páginas en inglés en proporción al total, del 75 al 52%, aunque la cifra sigue siendo muy alta. Esto no supondría un problema mayor si no viniera aparejada la imposición a través de las TIC, de una industria cultural uniformadora y hegemonizante que desconoce la diversidad lingüística y cultural y proyecta sus propios valores como universales.
* Este artículo es un extracto del trabajo de investigación académica 'La apropiación social de las TIC: hacia una comunidad virtual'.
Marlon Zambrano Opinión Colaboración
[1] Citado por Moreno p. 133. En: Nueva revista de política, cultura y arte No. 92. 2004.
[2] En: http://unstats.un.org/unsd/statcom/doc04/2004-16s.pdf
[3] En: http://www.ExitoExportador.com
[4] Crespo p. 130. En: Nueva revista de política, cultura y arte No. 92. 2004.
[5] Citado por León et. al., p. 86. En: Marí, Víctor (ed.) 2004. La red es de todos. Cuando los movimientos sociales se apropian de la red.
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