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Lazos Rotos

Zapatero, el talante del trilero.

Zapatero, el talante del trilero

Ángeles Maestro / Rebelión.- La inesperada victoria electoral del PSOE en marzo de 2004 responde a un crecimiento sostenido del movimiento de masas, desarrollado al margen de las burocracias sindicales y de la izquierda institucional.

El incremento de la agitación social se inicia en 2001 con dos importantes movilizaciones que se retroalimentaron mutuamente: el Campamento de la Esperanza de SINTEL y la campaña contra el Banco Mundial que pretendía reunirse en Barcelona. Las gigantescas manifestaciones contra la invasión de Iraq, entre las mayores del mundo, dejaron en evidencia el vergonzante papel de apuntaladores del sistema de CC.OO. y UGT [1] – gobierne quien gobierne. Su negativa a utilizar la huelga general en momentos de gran tensión social, y por lo tanto a introducir la referencia de clase en la lucha contra la guerra, debe quedar en la memoria colectiva como exponente máximo de su definitiva integración en los aparatos del Estado.

La constatación del abismo existente entre la calle y las instituciones, vino de la mano de las elecciones municipales y autonómicas celebradas dos meses después. La participación electoral siguió su camino decreciente y el PP no salió malparado, ni siquiera en la Galicia del chapapote.

Tuvo que llegar la brutal conmoción de los atentados del 11 M y el bochornoso espectáculo del día 12 con las cúpulas de la burocracia sindical y de todos los partidos institucionales, junto al Gobierno Aznar, la familia real y Berlusconi, avalando la autoría de ETA, para que el día 13 la olla a presión estallara. La toma de las calles, con bloqueos y ataques ante las sedes del PP, marcaron la decisión de un pueblo que no estaba dispuesto a tolerar ni un momento más a un gobierno capaz de provocar tanto dolor en

Bagdad y en Madrid. El voto en las urnas, al día siguiente, fue el instrumento para gritarle a Aznar (como 72 años antes a Alfonso XIII): “que no te has marchao, que te hemos echao”.

La sorpresiva victoria electoral de Zapatero, coincide con el hundimiento de una IU cuyos representantes se las prometían muy felices contando con rentabilizar en votos una movilización social que, obviamente, no respondía a su convocatoria. IU fue rescatada del extraparlamentarismo – donde le situaba su 4,96% de votos – por la generosidad del PSOE que selló así una alianza que, por otra parte, constituía el objetivo central y la única estrategia de los dirigentes de la coalición.

El gobierno del PSOE, empujado a la Moncloa por la movilización popular, debía marcar el inicio de su mandato con el objetivo central de la misma: la retirada de las tropas españolas de Iraq. Esta decisión estaba ampliamente respaldada por la propia cúpula militar que llevaba tiempo recibiendo informes, según los cuales, las tropas españolas apenas hacían algo más que protegerse a sí mismas de los ataques de la resistencia; objetivo cada día más difícil.

Esta medida, que respondía al clamor de la calle y era saludada por todas las fuerzas políticas, excepto por un PP que no conseguía digerir su derrota, debía cumplir la función de constituirse en espesa cortina de humo, capaz de ocultar que las alianzas militares seguían siendo las mismas, que la presencia militar española y su papel en la jerarquía militar de la OTAN se incrementaba.

Estas contrapartidas, de muchísima menor resonancia mediática, corregirían y ampliarían el compromiso militar español, tanto con el imperialismo yanki y la OTAN, como con la dimensión militar del imperialismo europeo.

La retirada de las tropas, de ninguna manera significó la deslegitimación de la invasión de Iraq. El Estado español apoyó la Resolución 1546 del Consejo de Seguridad que sancionaba el restablecimiento del consenso internacional sobre la ocupación y sobre el diseño de EE.UU. sobre la reconstrucción y el futuro político de Iraq. De acuerdo con ella, el gobierno PSOE colabora en la formación de la policía, el ejército y el aparato judicial del gobierno títere iraquí, al igual que ha apoyado fervientemente las “elecciones” y “el proceso constitucional iraquí”.

Oculto bajo las alharacas de la retirada de Iraq estaba el nuevo reparto de papeles en el escenario internacional que corresponde a un Estado como el español que nunca dejó de estar intervenido. Si para evitar males mayores – es decir, que se hiciera incontrolable la indignación popular – hubo que salir de Iraq, tocaba a continuación realizar tareas subalternas allí donde EE.UU. tenía dificultades por el empantanamiento de sus tropas ante la potencia creciente de la resistencia iraquí [...]

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