El amor ciego del pueblo.
Bitácoras alternativas / Palestina Resiste.- Ha nacido un nuevo concepto el legado de Sharon. Como su predecesor, el legado de Rabin, se presenta a una persona de manera completamente diferente a cómo fue realmente. Por lo tanto, un momento antes que el Primer Ministro Ariel Sharon se transforme en el legado de Sharon, héroe de la paz y la desconexión, quien, si hubiera permanecido sólo un poco más en su cargo, hubiera logrado la paz para Israel nosotros deberíamos esbozar su personalidad, sin misticismo, sin palabras cortadas.
Tal vez uno de los líderes con más influencia desde David Ben-Gurion, Sharon fue la causa de muchos de los problemas políticos y de seguridad que Israel enfrente hoy. Esto lo debemos de decir honestamente, incluso ahora. El nuevo Sharon, quien se ganó el respecto de un gran número de israelíes y de muchos países en el mundo, trató, en sus últimos años, reparar alguno de los errores históricos que dirigió durante su vida. El proyecto de asentamientos, el fortalecimiento de Hamas y el surgimiento de Hezbollah como una amenaza y factor importante en el Líbano todos resultados de las políticas de Sharon.
El tardío entusiasmo mostrado por Sharon es, tal vez, el entusiasmo de un líder inteligente, quien trató de terminar su vida liberándose de situaciones que un líder sabio nunca hubiera provocado en primer lugar. Él merece respeto por su tardío cambio, por su reconocimiento a las limitaciones del poder, por tomar conciencia de lo perjudicial del proyecto de asentamientos y de lo vergonzoso de la ocupación, pero es imposible ignorar su crucial rol en la creación de todo esto. Porque permaneció fiel a su visión mundial básica, la cual sostiene que no hay paz con los Árabes, nosotros tampoco lo podemos presentar ahora como un héroe de la paz tal como fue una exageración el cambio a una clase de héroe del anterior Primer ministro Yitzhak Rabin luego de su asesinato.
El viejo Sharon fue quien condujo al país hacia las más superfluas y dañinas guerras de Israel, la Guerra del Líbano, y que nunca elevó sus manos en favor de un acuerdo de paz con Jordania el más fácil y conveniente de esos acuerdos, desde el punto de vista israelí. El nuevo Sharon ignoró descaradamente a los palestinos. A través de críticas acciones, tales como la desconexión o la construcción de la valla de seguridad, él ignoró su existencia, necesidades y deseos. No trató de alcanzar la paz con ellos, porque nunca creyó, ni por un momento, que eso fuera posible.
El legado de Sharon recordará principalmente la desconexión, no la Operación de Protección Defensiva en Jenin el 2002, no las incursiones de represalia en Qibya en 1953, no las demás operaciones superfluas y violentas tal como el legado de Rabin recuerda principalmente el Acuerdo de Oslo. Tal vez esto es una lección para nuestros futuros líderes: la gloria Eterna se alcanza a través de acuerdos de paz, y no gloriosas batallas. Pero incluso para aquellos que creen que Sharon intentó evacuar más asentamientos, no pueden ignorar el hecho de que esto sólo fue un asunto de quitarse parte de los frutos podridos de su política. Los historiadores recordarán todos los desquiciados mapas de Sharon, los bloques de asentamientos, las colonias legales e ilegales, por los cuales él tiene más responsabilidad que cualquier otro líder en Israel, todos los cuales fueron diseñados para eliminar cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo con los palestinos.
Pero si Sharon trató de reparar el daño causado en el tema de los asentamientos este no es el caso en otras materias. Los dos grandes enemigos de Israel en este momento, Hamas y Hezbollah, lograron fortalecer su posición, no en pequeña escala, gracias a él. Sharon causó la eliminación de los palestinos al sur del Líbano, y su reemplazo por Hezbollah.
Él puede tener crédito por resultados extraordinariamente similares de años de relación con la Autoridad Palestina, cuando prefirió a los fundamentalistas religiosos que al campo secular moderado. El nuevo Sharon, que es querido y respetado, es responsable del colapso de la Autoridad Palestina como entidad central en los territorios ocupados, y de su reemplazo ya sea por Hamas, que ahora amenaza por asumir el control del gobierno, o por el anarquismo, que amenaza con destruirlo todo.
Durante todos sus años como Primer Ministro, Sharon se abstuvo de entregar cualquier clase de apoyo a los líderes de la Autoridad Palestina, mediante el cual ellos pudieran establecer sus normas bajo la Ocupación israelí. Incluso cuando el antiguo líder de la AP, Yasser Arafat, murió, Sharon no permitió que su sucesor moderado pudiera presentar ningún logro significativo a su pueblo: no la liberación de prisioneros, no un incremento en la libertad de movimiento, tampoco tener en cuenta a los palestinos en la planificación del trazado de la valla, incluso ningún tipo de participación en el comienzo de las negociaciones. Es más, Sharon hizo todo lo que estuvo a su alcance para destruir a la Autoridad Palestina y humillarla ante los ojos de su pueblo. Un violento esfuerzo militar israelí, que tuvo su punto más alto en la Operación de Protección Defensiva, causó el colapso de todos los mecanismos de la AP: las estaciones de policía que pretendían estabilizar el gobierno y luchar contra el terrorismo, fueron bombardeadas sin misericordia, y todos los mecanismos de la AP y sus oficinas de gobierno fueron destruidas una a una. En el vacío político y social que resultó, Hamas solamente podría florecer.
El último capítulo de su vida política vio la erupción de la amenaza iraní, quizás la más peligrosa de todas. Qué irónico es que esta amenaza, que enfatiza la irrelevancia del territorio en mantener la seguridad del país, apareció en los últimos días de un hombre que creyó toda su vida en que el territorio en un todo y el fin de todo.
Un momento antes que Sharon ingrese al panteón nacional, haríamos bien en recordar, que en el mejor de los casos, estamos perdiendo a un valiente combatiente y un estadista inteligente, más que a un hombre sabio, quien causó mucho daño y que ahora está dejando esta etapa con el amor ciego de su gente.
Por Gideon Levy
Hareetz
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