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Lazos Rotos

La reforma laboral profundiza la degeneración sindical.

Medios alternativos / Centro de Asesoría y Estudios Sociales - CAES.- Tras una apariencia civilizada y democrática, dialogar sin movilización contiene efectos perversos

La “modernización” sindical consiste en la incorporación de los principios del capitalismo a la propia base ideológica de los sindicatos y por extensión, de las mujeres y los hombres trabajadores/as. La asimilación de las razones del enemigo es la clave de la transformación de la izquierda en izquierda capitalista. Dicha transformación es la causa de la disgregación y la indefensión de los trabajadores/as.

Esta politizada despolitización, neutraliza la potencia transformadora de los perjudicados e implanta, entre los de abajo, unas ideas y unos deseos que nos vuelven impotentes y cómplices. Quienes ignoren este aspecto de la cuestión, podrán defender, eventualmente, a los trabajadores y a los pobres, pero no harán nada útil contra la explotación, la desigualdad y la pobreza.

Tras una apariencia civilizada y democrática, dialogar sin movilización contiene efectos perversos: Sustituye e impide la movilización y legitima - como lo único posible - tanto lo acordado como la desmovilización. Cuando la gente trabajadora ve cómo aumenta su inseguridad y disminuyen sus derechos sociales, lo que hace falta no es diálogo, sino fuerza para revertir el proceso. El diálogo es la parte del final de la lucha. La parte en la que el enemigo acepta sus concesiones y formaliza los derechos que se ha visto obligado a conceder.

Cuando crece la angustia por la falta - o el exceso - de empleos, cuando las mujeres ingresan en el mercado de trabajo basura sin reducir su actividad en los cuidados familiares y cuando crece la osadía, la ilegalidad y el abuso de los empresarios, un sindicato de clase (obrera) solo puede dialogar sobre la base de la fuerza. Esa fuerza surge de la expresión y unificación de las necesidades insatisfechas y los derechos vulnerados y de la organización de la lucha social.

El sindicalismo “oficial” hace lo contrario. Esto le conduce a tener cada vez menos fuerza propia como representante de los de abajo y al tiempo, tener cada día más fuerza otorgada como un instrumento de los de arriba. Los enfrentamientos que surgen por doquier no son apoyados y organizados como fundamento de la fuerza sindical frente a los abusos empresariales, sino sofocados, como una amenaza al monopolio representativo de la burocracia sindical como reguladora del conflicto social.

El funcionamiento de esta lógica sindical - puntualmente interrumpida por el Movimiento contra la Europa del Capital y la Guerra, que obligó a CCOO y UGT a plantar cara al “decretazo” del desempleo del PP, mediante una huelga general el 20-VI-2002 - conduce al decaimiento paulatino, tanto de las luchas, como de la conciencia de su necesidad en las nuevas generaciones de jóvenes, inmigrantes, hombres y mujeres trabajadores/as. Sobre esta impotencia avanza la globalización capitalista y el protagonismo político de sus gestores de derecha y de izquierda. Estos últimos se autodenominan “alterglobalizadores” y protagonizan, con la CEOE, el monólogo político llamado “diálogo social”.

El resultado palpable del “diálogo social”, más allá de la propaganda, es el aumento de la diferencia, la inseguridad y la exclusión social. Estos azotes no generan rebelión sino sumisión porque, con ellos, avanzan también el consumismo irracional, la ideología capitalista disfrazada de “progresismo tecnológico” y el individualismo, que desplaza la lucha al interior de la clase trabajadora, bajo la forma de competencia entre los de abajo por los puestos de trabajo escasos y por el favor del empresario.

Necesitamos un potente movimiento obrero, feminista, ecologista y defensor de la paz y la seguridad para todos. Un Movimiento Obrero Contra la Europa del Capital, la Globalización y la Guerra.

Por un frente único contra los abusos patronales y la reforma laboral.

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