Uranio empobrecido, pero millonario.
Medios alternativos / Juventud Rebelde.- Juana Carrasco Martín. Todo se hace muy callado, tan silenciosamente como mata el uranio empobrecido. El ejército de Estados Unidos ha ordenado la compra de proyectiles de ese material por valor de 38 millones de dólares a la compañía Alliant Techsystems (ATK), de Virginia Occidental, y al final del año fiscal 2006 se habrán invertido 77 millones de dólares para ese propósito.
Según el pacto, la empresa deberá producir 35 000 proyectiles de 120 mm para los tanques de los militares estadounidenses.
Estamos hablando de la controversial munición que causó un incremento notable de enfermedades cancerígenas y defectos de nacimiento en Iraq luego de haber sido utilizada profusamente durante la primera Guerra del Golfo, la que iniciara George Bush, el padre; y se empleó luego en los golpes aéreos durante la Guerra de los Balcanes, contaminando también a los propios soldados de la alianza agresora, como reclamaron soldados de Francia, España e Italia que contrajeron cáncer luego de haber servido en Bosnia y también en Serbia y Kosovo, en 1999, como parte de las fuerzas de la OTAN.
Aunque el Pentágono casi niega todo conocimiento y es bastante ambiguo a la hora de entregar información sobre las víctimas que ha provocado por sus posteriores secuelas, ahora que se sabe insiste en este tipo de proyectil capaz de atravesar blindados especialmente resistentes, deben salir a la palestra de nuevo las investigaciones científicas y las denuncias de organizaciones de veteranos sobre las consecuencias y el protagonismo del uranio empobrecido conocido también por sus siglas DU o Depleted Uranium en el Síndrome de la Guerra del Golfo, una enfermedad que atacó a cientos de miles de veteranos de aquel conflicto bélico.
El Seattle Post-Intelligencer, en un reportaje investigativo publicado en noviembre de 2002, aseguraba que de los 696 778 efectivos que sirvieron durante la Guerra del Golfo, por lo menos 206 861 han solicitado beneficios médicos como veteranos de guerra, y en mayo de 2002 habían recibido compensaciones por la discapacidad conocida como Síndrome de la Guerra del Golfo un total de 159 238 veteranos.
El Pentágono no reconoce, sin embargo, que el causante de esa enfermedad sea el DU, un subproducto de la producción de armas nucleares o del combustible para los reactores atómicos, que permanece radiactivo por 4 500 millones de años, y es capaz de penetrar y contaminar aguas y suelos.
Está más que comprobado que cuando miles de esos proyectiles se lanzaron en 1991 contra las columnas de blindados iraquíes, en la llamada Carretera de la Muerte, por cientos de kilómetros quedó esparcido el letal producto y aún hoy en esa región específicamente se registran niveles de radiactividad mil veces mayor que la normal incluso hasta 2 500 veces en tanques destruidos durante aquella guerra, además de que Iraq tiene índices increíbles de enfermedades cancerígenas y de mortalidad por ese causa.
Pero ahí están, fabricando a un costo millonario y bien alto, un pertrecho de guerra que prefieren por su sobresaliente precisión y letalidad, como dice con orgullo ATK, la firma fabricante, de estos proyectiles M829A3, diseñados para asegurar que las fuerzas blindadas de Estados Unidos (los tanques M1A1 y A2 Abrams) mantengan la supremacía en el campo de batalla. Como parte de esa glorificación de sus cualidades, el penetrador de uranio empobrecido está garantizado como el proyectil de energía cinética más avanzado disponible en el mercado.
Cada pieza o munición pesa 22,3 kilogramos y usa ocho kilogramos de propulsor sólido capaz de obtener una velocidad de penetración de 1,555 metros por segundo.
De lo que no hablan ni la ATK ni el Pentágono es de la potencial amenaza a la salud provocada por la radiación del DU, tanto para las tripulaciones de los tanques como para las personas expuestas a ese material luego de su disparo, sin contar que también afecta como componente del blindaje [...]
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