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Lazos Rotos

Canarias: memoria histórica, retales de memoria, desmemoria y amnesia.

Memoria histórica / Foro por la memoria.- Ramiro Rivas García. La actuación del franquismo en Canarias durante la guerra civil y la posguerra fue un genocidio, una guerra de exterminio, unos asesinatos masivos realizados de forma consciente bajo una dirección política y con el objetivo de destruir las organizaciones populares que ponían en cuestión el poder y los privilegios de las castas gobernantes. Pero estas acciones no las realizaron sólo el Caudillo y sus ministros, sino que contaron con la colaboración de amplios sectores de las clases dirigentes locales, que nunca han reconocido que hubieran cometido nada ilegítimo, ilegal e injusto. A eso se debe en gran parte el hecho de que la memoria histórica de aquellos años terribles sea sistemáticamente silenciada. Ramiro Rivas García es historiador, autor de la obra 'Tenerife 1936. Sublevación militar, resistencia y represión'

Sumarios:

- En las Canarias Occidentales -Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro- hubo unos dos mil desaparecidos, de los que más de mil seiscientos fueron asesinados en Tenerife. los cuerpos de la mayoría, arrojados al mar o enterrados en fosas anónimas, no han sido encontrados

- Acción Ciudadana y Falange Española fueron las organizaciones paramilitares encargadas de la represión, de ellas salió el grueso de los integrantes de las 'Brigadas del Amanecer', cuadrillas de asesinos que fueron completadas con miembros del Ejército y de la Guardia Civil

- Los militares rebeldes fueron el principal poder fáctico y oficial en las Islas, sobre todo durante la guerra, por lo que fueron los máximos responsables de lo acaecido. La Iglesia no hizo nada para detener la matanza; al contrario, muchos de sus miembros la justificaron y alentaron

- La postura de la oligarquía canaria no se debe a una mera inercia, ya que reflexionar sobre lo ocurrido durante la guerra civil y la larga posguerra le llevaría a reconocer la ilegitimidad de su poder y de los beneficios que la situación le supuso y le supone.

La recuperación de la memoria histórica de los años de la guerra civil y el franquismo en Canarias tropieza con muchos obstáculos. El Archipiélago constituye, a mi juicio, el área más atrasada del Estado español en este sentido, el lugar donde se han producido y se mantienen las mayores resistencias a avanzar y ello obedece, sin duda, a la naturaleza de los acontecimientos a recuperar. Se ha constatado, sin embargo, que existe un ansia popular por conocer lo que pasó. La mejor prueba es que todo lo publicado sobre la guerra civil en Canarias ha sido un éxito de ventas, y a pesar de que el conocimiento que se tiene sobre algunos de estos acontecimientos históricos es disperso, fragmentario, desigual, inclusive confuso y con enormes vacíos, es cierto que hoy se conocen bien muchos de los hechos más importan­tes, su desarrollo, sus consecuencias, sus autores y sus víctimas. Aún así se mantiene un espeso silencio oficial y hay, además, como un cierto manto de temor e incomodi­dad cuando se trata de mencionar los actos más escabrosos del período.

Herederos del franquismo. ¿Cuáles son las razones para que se produzca, aún hoy, el silencio, el desinterés oficial, la incomodidad incluso, de los diversos grupos políticos que gobiernan el Archipiélago a todas las escalas administrativas? Esta pregunta nos lleva a otra: ¿Por qué en Canarias la investigación histórica sobre la guerra civil y la posguerra, el franquismo, es casi inexistente, no ha habido el más mínimo interés oficial en recoger y recuperar testimo­nios, memorias, documentos, imágenes? ¿Por qué siguen cerrados algunos archivos, o son de muy restringido acceso? Creo que la respuesta es sencilla, pero antes de darla permítanme que les cuente una anécdota: estoy escribiendo este artículo en un municipio costero del Sur de Tenerife, gobernado por el Partido Socialista y asentado frente al mar, al que bordea a lo largo de la costa una avenida, con un bien remozado paseo. ¿Adivinan cómo se llama? No les voy a hacer sufrir: su nombre es, sigue siendo, 'Generalísimo Franco'. Son razones o motivos políticos, evidentemen­te, de poder y dominio a la vez, ya que las actuales élites gobernantes en el Estado -y más en este Archipiélago- son herederas del franquismo, con todas las connotacio­nes que conlleva el término; o sea, que lo heredan todo, pues el poder se ha transmitido casi familiarmente dentro de los mismos grupos sociales que fueron en su día beneficiarios del golpe de Estado.

La contrarevolución en acción. Pero ¿qué hechos y actos concretos se trata de ocultar? Conocemos suficientemente los hechos del período de los que se puede recordar algunos datos con el fin de arrojar un poco más de luz sobre el asunto. Los hechos más evidentes de la violenta contrarrevo­lución en las Canarias Occidentales -Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro- constatan de manera nada exagerada que hubo unos 2.000 desaparecidos de los que 1.650 fueron asesina­dos en Tenerife y en su inmensa mayoría sus cuerpos aún hoy no han sido encontra­dos y sus familias nunca han tenido noticia de cómo transcu­rrieron los últimos momentos de su vida y las circunstancias de su muerte. Además, hubo más de 4.000 presos, la gran mayoría gubernativos que nunca se molestaron en encausar y que pasaron los años de su encierro en las cárceles sometidos a toda clase de torturas y sevicias, viéndose obligados una buena parte de ellos a realizar trabajos forzados.

El universo carcelario de Tenerife fue muy profuso. No estuvo formado solamente por los salones del empaquetado de plátanos de la compañía británica Fyffes, en los que se hacinaban más de 2.000 presos políticos; o por la 'Prisión Flotan­te' -unos pequeños mercantes situados en medio de la bahía-, en los que intentaban sobrevivir 600 detenidos. A ellos hay que añadir los 400 presos que estaban encerrados en la Prisión Provincial de San Miguel, ente ellos 150 mujeres, y otros cientos de presos en cuartelillos, depósitos municipa­les, cines como el Atlante, en el Puerto de la Cruz, o teatros, como el Power en La Orotava, de donde varios centenares fueron sacados para ser asesina­dos, unos margullados o apotala­dos en el mar (en muchos casos arrojados vivos a las aguas dentro de un saco con un peso), otros arrojados a simas volcánicas o enterrados en montes y descampados.

El treinta y cinco por ciento de los maestros fue sancionado, diez mil personas se vieron implicadas en actuacio­nes represivas sobre una población total que apenas superaba los 300.000 habitantes. De 1939 a 1942 hubo 4.000 condenados por el Tribunal de Responsa­bilidades Políti­cas. La represión se abatió fundamental­mente sobre los trabajado­res, tanto de la ciudad como del campo, y sus organizacio­nes sindicales, afiliados y simpatizantes, especialmente sobre aquellos que habían dado muestras de rebeldía o protesta en fincas, empresas y tajos [...]

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