Iraq: Una roca colgada en el pescuezo de Washington.
Medios alternativos / Adelante Digital.- Fernando Gudoias (Analista de Política Internacional). Todo sugiere que el problema clave de la seguridad energética, más allá de lo circunstancial, está destinado a agravarse. Las petroleras tuvieron un crecimiento en sus balances, ligado a la escalada del crudo.
Una reciente encuesta sobre la opinión que los estadounidenses tienen de la conducción de la política exterior de su País realizada por Agenda Pública, una prestigiosa organización sin fines de lustro-, reveló una confianza declinante en la habilidad de George W Bush para conducir los asuntos de su nación en el escenario mundial.
Esto de las instantáneas sociológicas arruinando el humor y quizás la digestión del Presidente no es algo nuevo, pero este estudio tiene un foco más específico que los habituales y una selección de muestreo nacional mil adultos mucho más cuidada.
El trabajo que el Director de AP, Daniel Yanquelovich, presentó en las páginas Foreign Affaire destaca algunos rubros: 59% de los interrogados reprobó a Bush por las relaciones que Estados Unidos tiene con el resto del mundo (37% lo aprobó) y 51% (contra 42%) dijo creer que en esto las cosas sólo pueden ir para peor.
La idea inmediata que uno asocia con estos guarismos es la de la roca colgada del pescuezo de Washington que supone hoy su presente aventura neocolonial en Irak". Pero no conviene detenerse allí, junto con la guerra en el Golfo Pérsico, la encuesta postró que la preocupación de los estadounidenses por su seguridad energética es el otro tema que cruzó la frontera entre un problema abstracto y el despunte de una obsesión en el imaginario colectivo.
El 90% afirmó que la ausencia de independencia energética estaba poniendo en riesgo a la principal economía del Planeta y el 88% dijo que los problemas externos en algunas regiones prometían peligros cercanos para dicha nación.
La crisis con Irán, las amenazas al petróleo iraquí, la corriente de nacionalismo populista que recorre según Bush a América Latina y la violencia en países productores como Nigeria eran todos signos ominosos sobre los que el gobierno de Bush podría hacer algo si los tomara en serio (85%). Pero no lo hace.
Esto explica algunas contradicciones aparentes. Aún con un barril de petróleo que superó en promedio, los 70 dólares que pueden llegar a ser 90 en poco tiempo, según algunos conocedores del tema las últimas cifras del crecimiento de la economía estadounidense son asombrosamente sanas, y parecen contener escasa amenaza cercana de inflación. Creció un 4,8 % en el primer cuatrimestre del año, el paso más veloz en los últimos dos años.
En términos del consumidor, que es finalmente lo que importa a los Políticos, las señales también son positivas: la inflación del consumo creció en el mismo plazo 2% (2,4% en el último cuatrimestre del 2005) y el índice de precios en términos de Producto bruto doméstico 3,3% (3,5% del año pasado). Las cifras llevan a Bush a proclamar que, como timonel de la hiperpotencia, estaba llevando a todos por el camino correcto.
¿Por qué le creen entonces? La Universidad de Michigan mostró en el último de sus informes mensuales sobre confianza del consumidor que, en el mes de abril la tendencia en baja proseguía (87,4% contra 88,9 en marzo), según la versión ofrecida por Reuter del trabajo al que sólo acceden los subscriptores.
Esta depresión del consumidor está también ligada al valor de la gasolina en boca de surtidor a casi 3 dólares el galón superior en 68 centavos al de hace un año.
El malhumor de la opinión pública no es caprichoso y, ciertamente, parece mucho más enfocado que las autocelebraciones y digresiones retóricas de su líder. No son pocos los economistas que creen que aún en el inminente verano boreal pueden nevar maldiciones sobre las cifras hoy positivas de la economía.
Bush, él mismo un ex empresario petrolero, parece haberse convertido por necesidad al credo de la defensa del consumidor y sí, aunque parezca mentira también del medio ambiente.
Ambos temas están estrechamente ligados; con menos del 10% de la población mundial, Estados Unidos es no sólo el mayor consumidor de energía, sino el responsable de más del 40% de las emisiones gaseosas liberadas en la atmósfera que están diezmando los ecosistemas del Planeta. La mayor parte de esa polución proviene de quemar combustibles fósiles.
En vista del humor público que se le ha vuelto en contra, Bush llamó a su País a abandonar su adicción al petróleo, a volcarse hacia los automotores más utilitarios y, si es posible, de combustión flexible", prometió investigar a las empresas petroleras y, por cierto, de modo contradictorio, exhortó a las autoridades regulatorias a no presionar con muchas normas sobre el precio de la extracción, transporte y refinamiento de petróleo.
En esto último hay una clave. Por toda su retórica nueva, Bush muestra aquí que tanto no ha cambiado; aunque su gobierno se niega a aceptar que el mayor precio del petróleo esté motivado, como en los 70 y los 80, en la codicia sin fin de las empresas petroleras, lo cierto es que firmas globales como Chevrón, Exxon y Conocophillips mostraron esta semana un crecimiento en sus balances, que está ligado a la escala del precio del crudo.
Y aunque el argumento exculpatorio de la administración republicana tuviese algo de cierto, esto no la dejaría mejor parada: Los analistas creen que entre 10 y 15 de los dólares que cuesta un barril de crudo suponen una prima por el riesgo de situaciones como la de Irak y la que insinúa e contencioso con Irán.
Todo sugiere que el problema clave de la inseguridad energética está aún más allá de lo circunstancial destinado a agravarse. Es un panorama que en un País como por ejemplo la Argentina, que ha delegado su soberanía energética en un puñado de empresas energéticas, que ni siquiera comparten con el Estado información veraz sobre explotación y reservas, no debiera dejar de observar con atención y, quizás, alarma.
Por eso considero y se considera que la roca está colgada en el pescuezo de Washington y más precisamente sobre el cogote de Bush.
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