Notas sobre la inmigración. En relación a algunos equívocos que circulan en algunos sectores.
Domingo Méndez Rodríguez y Manuel de la Rosa Hernández / Artículos de opnión.- En ciertos círculos, fundamentalmente medio ambientalistas, de algunas ONGs y del progresismo está muy extendida la idea de que las causas de la pobreza de los países, por llamarlos de una manera bastante extendida, del Tercer Mundo, están en nuestro consumismo, de que nosotros el Norte rico acapara gran parte de las riquezas en el Mundo. Desde nuestro punto de vista esta posición escamotea la causa, tanto del deterioro ecológico, cómo de la pobreza de los países del llamado Tercer Mundo: la explotación capitalista y colonial.
El consumismo es un espantajo que sirvió en la década de los sesenta para proclamar la integración de los asalariados en el sistema, y que vale hoy para encubrir a la burguesía depredadora. Por otra parte, aceptar ese argumento nos puede llevar fácilmente a conclusiones absolutamente reaccionarias, cuando la mayor parte de la población vive en la miseria.
Además, habría que dejar claro algunas cuestiones en relación a la migración en su vertiente contemporánea:
1) El derecho a circular libremente no está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sólo el de circular en el propio Estado, salir de él, y regresar. El derecho a la inmigración es exigible, pero sólo están reconocidos los derechos de asilo y de refugio. Las fronteras se levantan para que los Estados, aparatos de la clase dominante, controlen el territorio, el mercado, y la población, nacional o extranjera.
2) Hay que distinguir entre la emigración del siglo XIX y buena parte del siglo XX, y la actual. En el siglo XIX las potencias europeas enviaban a sus excedentes a poblar territorios escasamente poblados en América y Oceanía, o a convertirse en el explotador directo de los pueblos coloniales en América, Asia y África. Los movimientos de población desde otras zonas se dan por decisión de las potencias coloniales. La emigración canaria se inserta en este contexto, y va a países con los que había antiguos lazos, y donde no resultaba extraña.
Los movimientos migratorios actuales van de países del Tercer Mundo a las antiguas metrópolis, y no cuentan con apoyos públicos. Forman parte de un plan de desvalorización del trabajo, y acuden a donde saben que puede haber empleos, peor pagados que los de la población nativa, pero
mejor que en su país de origen.
3) Nuestro modelo económico no se basa solamente en un reparto injusto de la riqueza producida, sino en la apropiación de los medios de producción por una minoría que explota al resto y depreda los recursos naturales, y que es a fin de cuentas la causante de esa desigualdad.
4) La huída desesperada desde los países africanos y de otros continentes, es consecuencia de la crisis económica de los años setenta, que se puso de manifiesto con la subida de los precios del petróleo, que afectó, sobre todo, a los países no productores del Tercer Mundo. Las consecuencias, en dichos países, fueron: deterioro de los términos de intercambio, incapacidad para pagar la deuda externa. Eso acarreó el empeoramiento de las condiciones de vida, el deterioro de la situación política, guerras por las materias primas, en muchos casos atizadas por las grandes potencias. Actualmente, África, exceptuados los países exportadores de petróleo, cuenta muy poco en el comercio internacional.
5) La xenofobia prende entre los más desfavorecidos, que temen perder empleo, rebajar salarios y dejar de percibir otros tipos de ayudas. Para vencerla no basta con las llamadas a la solidaridad, sino que hay que ofrecer alternativas y señalar a los responsables: los empresarios. Frente a ellos, levantar el lema: Nativa o extranjera, la misma clase obrera
6) Si aceptamos el discurso a-clasista de la responsabilidad global de la ciudadanía de los países industrializados, obviamos que la inmensa mayoría no tiene ninguna responsabilidad en la dirección de la economía, en manos de grupos reducidos. No participamos en las decisiones sobre producción, distribución o empleo, que, por otra parte, no se debaten en ninguna parte en público. Tenemos, en nuestras democracias un margen de decisión muy limitado, y que consiste, básicamente, en oponernos a las consecuencias de los planes de los detentadores del capital, y eso, en contadas ocasiones. No podemos apoyar, en nombre de evitar el deterioro ecológico, ninguna solución que arrebate los medios de subsistencia a nadie; no aceptamos la pérdida de empleos. Es necesario el control social de los recursos, del tiempo de trabajo, de la producción y la distribución.
Conclusiones:
1) La emigración desde los países del Tercer Mundo es consecuencia del deterioro de los términos de intercambio, del aumento de la deuda pública, y del trasvase de recursos a las potencias imperialistas.
2) Es necesario:
a) Condonar la deuda externa.
b) Establecer reglas de comercio justo.
c) Apoyar la economía productiva del Tercer Mundo.
d) Abrir las fronteras a la inmigración, velando por los Derechos Humanos de los inmigrantes.
e) Apoyar los procesos de reapropiación de sus recursos por parte de estos países empobrecidos.
Como trabajadores explotados nos negamos a fijar límites a la inmigración en una economía que no controlamos.
No nos consideramos responsables de la situación de los pueblos del Tercer Mundo por nuestro consumismo. La mayor parte de la población trabajadora vive con salarios escasos y con trabajos precarios, a cambio de lo que puede consumir muy poco. ¿Queremos que bajen los salarios para consumir menos, o preferimos que la sociedad en su conjunto decida qué, cómo y cuánto produce?
Los que expolian y explotan los recursos y el trabajo de los pueblos dependientes y empobrecidos son las mismas empresas que se benefician del trabajo asalariado en los países ricos. Quizás seria necesario desempolvar una vieja consigna: Proletarios de todos los países, únanse
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