Autóctonos y transeúntes.
Bitácoras / La Taberna de Jack.- Arturo Ledrado. Durante tres largas y calurosas jornadas del mes de junio, en Rivas-Vaciamadrid se han reunido los delegados y representantes de más de mil organizaciones sociales que, en mayor o menor medida y con distinto grado de independencia y compromiso, se relacionan con el mal llamado «fenómeno» de la migración: la libertad de movimientos de las personas no es un fenómeno tal y como lo define el diccionario («cosa extraordinaria y sorprendente»), sino un derecho antiguo y natural, y ningún estado, gobierno o ente supranacional está cualificado para coaccionar e impedir por la fuerza de las leyes o por la fuerza a secas que cada cual construya su presente y planifique su futuro y el de los suyos con un mínimo de dignidad y con unos medios que a todos pertenecen.
El II Foro Social Mundial de las Migraciones (II FSMM) ha concluido, y su alcance y repercusión sólo se verán con el paso del tiempo. Queda la «Declaración de Rivas», un documento que, bajo el lema «Por una ciudadanía universal y los derechos humanos. Otro mundo es posible», recoge la realidad de los movimientos migratorios, denuncia las políticas y las prácticas al margen de los Derechos Humanos y propone y exige, entre otros compromisos, que «el desarrollo global como responsabilidad pública sea asumido por los estados y organismos multilaterales con la participación de la ciudadanía».
Otro de los compromisos incluido en la «Declaración de Rivas» es el de convocar una vez al año el eje de las Migraciones del Foro Social Mundial, habiendo sido designada la ciudad de Nairobi (Kenia) sede del III Foro, en el que se discutirá la Carta Mundial de los Migrantes cuya redacción ya ha comenzado.
De entre las muchas e interesantes ponencias del II FSMM, me gustaría destacar algunas de las aportaciones de Jean Ziegler, relator especial de las Naciones Unidas para los Derechos del Hombre y de la Alimentación. En la rueda de prensa previa a la inauguración oficial del Foro, Ziegler denunció que el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Banco Mundial son entidades multilaterales que con sus políticas liberalizadoras del comercio y de la economía anulan en gran medida los programas auspiciados por Naciones Unidas. «Son las cadenas de la libertad», dijo, y refiriéndose a la mortalidad infantil por falta de una alimentación adecuada, añadió que ya no cabe hablar de fenómenos, catástrofes o situaciones de emergencia, sino de verdaderos asesinatos puesto que la riqueza del planeta da para alimentar a 12.000 millones de personas, una cifra que es casi el doble de la de la población mundial.
En el caso concreto de la Unión Europea, Ziegler señalo la «política esquizofrénica respecto a África» de las autoridades económicas y financieras de nuestro continente. Las subvenciones a la agricultura europea, un sector productivo que en países como Francia apenas supera el 4% de la población activa, posibilitan que los excedentes agrícolas y los derivados de la industrias ganadera sean comercializados en África a un tercio del precio de la producción local y, por supuesto, muy por debajo del precio real de coste en Europa. Cada vez hay más productos que se siembran en suelo europeo única y exclusivamente para acceder a las subvenciones de Bruselas, con paradojas tales como que un agricultor reciba en sucesivas campañas ayudas para implantar un cultivo y para erradicarlo.
Como ejemplo de las políticas de liberalización forzada que lleva a cabo el FMI, cabe citarse la exigencia de privatización de los servicios veterinarios nacionales de países como Níger, medida que impedirá a los pequeños ganaderos el acceso a vacunas y medicamentos para sus animales a un precio razonable y acorde al mínimo nivel de rentas de este país subsahariano (apenas 800 euros de producto interior bruto per capita en el 2005). Se les fuerza así a pagar a las multinacionales farmacéuticas unos precios que hacen inviable la explotación de una ganadería de subsistencia, y eso en el caso de que alguien se haya tomado la molestia de desarrollar algún fármaco específico para las enfermedades y epidemias endémicas de África. En ambos casos, los agricultores y los ganaderos tienen que abandonar su actividad a mayor gloria de las oligarquías industriales y financieras.
Jean Ziegler aprovechó su paso por el II FSMM para presentar en España su último libro, El imperio de la vergüenza (Taurus), una lectura muy recomendable, donde analiza los problemas de Naciones Unidas para cumplir con sus cometidos y denuncia las prácticas neofeudalistas de las multinacionales más poderosas, desde las ya histórica corporación de las seven sisters hasta las nuevas monstruosidades sectoriales que, como en la fusión en marcha entre Acelor y Mittal Steel, «satisfacen» los deseos de ambas multinacionales y cuentan con el beneplácito de las autoridades económicas y financieras.
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