De augures de catástrofes a científcos salvadores.
Muchos millones de personas viven en zonas volcánicas activas. Todas conocen el riesgo que representa para sus vidas y bienes los fenómenos volcánicos. Todas estas sociedades están sometidas al riesgo de un pánico generalizado, especialmente cuando se profetizan catástrofes y los augures son personas de prestigio social.
Los habitantes del archipiélago de Hawai son la excepción pues, según Juan Carlos Carracedo y Francisco José Pérez Torrado, "la población allí no está asustada, sino informada. Tienen científicos bien preparados y con medios adecuados. Los políticos son más sabios y menos soberbios, y saben diferenciar el grano de la paja. Ambos informan a la población para cuidar su seguridad y a nadie se le ocurre predecir erupciones a plazo fijo, porque saben que no es científicamente posible y que es socialmente reprobable". En Tenerife, donde no contamos con científicos preparados y ni con políticos sabios y humildes como los de Hawai, hay auténtica psicosis ante la posibilidad de una erupción en la Isla.
Todo empezó el diez de mayo, cuando la agencia Efe distribuye una entrevista al director de la Estación Volcanológica de Canarias, Juan Carlos Carracedo, y éste geólogo desvela la posibilidad de una próxima erupción en Tenerife. A través de sus palabras, los tinerfeños nos enteramos de que se había producido un incremento del número de sismos y de las emanaciones de gases, que indicaban movimientos de magma a varios kilómetros bajo la superficie. Este investigador basaba sus informaciones en los datos dados a conocer por geofísicos y geoquímicos en una reunión de expertos, no en los periódicos. Fue, por tanto, este geólogo (que no maneja en su área de trabajo datos válidos para hacer predicciones) el responsable de hacer pública la posibilidad de una erupción inminente en Tenerife.
Juan Carlos Carracedo ya tiene experiencia en este tipo de situaciones; él fue quien en sus publicaciones científicas y divulgativas alertó de la posibilidad de deslizamientos inminentes (y de consecuencias catastróficas) en la isla de La Palma y en el Hierro. Según este autor, "los deslizamientos gigantes [...] son relativamente comunes en Canarias y representan un riesgo significativo" [...] "los tsunamis (maremotos) asociados a este fenómeno suponen también un riesgo importante para las islas cercanas, incluso para las costas situadas a miles de kilómetros". Es verdad que fue su compañero de investigación, Simon Day, quien dio a conocer internacionalmente estas conclusiones y, por tanto, es el responsable directo del alboroto que levantaron. Pero también es cierto que Carracedo se desdijo de sus primeras conclusiones y lo acusó de seudocientífico. Pero, para desgracia de Carracedo, las palabras vuelan y los escritos permanecen y se puede constatar en las hemerotecas que primero actuó de pirómano y luego se puso el casco de bombero.
Acusó en su momento a Simon Day y, ahora, a los miembros del comité de expertos de utilizar un cauce inadecuado para el debate científico como son los periódicos. Sin embargo, las hemerotecas demuestran que el director de la Estación Vulcanológica de Canarias es el geólogo con mayor presencia en los medios de comunicación de Canarias y el único que ha tachado a sus colegas de seudocientíficos y de catastrofistas, aunque nunca lo ha hecho, ni demostrado en las reuniones científicas. Un ejemplo de esta manera de actuar ha sido la tergiversación de la hipótesis aportado por los investigadores del ITER en las reuniones del comité de expertos. Los geoquímicos que analizan las emanaciones de gases volcánicos dijeron que, en el caso de mantenerse el incremento de sismos y gases, de acuerdo con una metodología ensayada en otros lugares, podría producirse una erupción en los meses próximos, quizás en octubre. No se trataba de una predicción, era una hipótesis de trabajo basado en una metodología ensayada en otros lugares y cuyos resultados están sujetos todavía al debate entre los expertos. Es, simplemente, una nueva vía en la búsqueda de métodos que permitan predecir estos fenómenos naturales y así poder tomar, con antelación suficiente, las medidas necesarias.
Aunque ahora lo niega, fue este vulcanólogo quién denominó - en su entrevista del 10 de mayo - "crisis sísmica" a los fenómenos que están sacudiendo Tenerife y afirmó que "puede tratarse de una mera intrusión de magma que no trascendería a la superficie, pero lo cierto es que es potencialmente posible que se produzca una erupción." Fue Carracedo, por tanto, quien anunció una próxima erupción en los medios de comunicación. Luego, no se puede imputar a los investigadores del ITER haber sembrado la inquietud entre los tinerfeños.
Las contradicciones de Carracedo son constantes, acusa a otros investigadores de usar los periódicos para debatir temas cuyo marco adecuado de discusión son los foros científicos, pero no duda en reiterar la descalificación de seudocientíficos a investigadores de acreditada solvencia profesional. Además, la credibilidad científica de Carracedo, a pesar de lo abultado do sus publicaciones, está lastrada por sus inexplicados cambios en la interpretación de la evolución geológica de Tenerife. En las décadas de los setenta y ochenta encabezó el grupo de geólogos que combatieron las teorías de Telesforo Bravo, Juan Coello y José Manuel Navarro. Estos geólogos, expertos en galerías y pozos, fueron quienes descubrieron y explicaron la importancia de los grandes deslizamientos gravitacionales en la evolución de las islas volcánicas. La manera de debatir de Carracedo fue muy curiosa y, desde luego, muy poco científica: no tenerla en cuenta, ni tan siquiera en la bibliografia.
El dogma estaba claro, La Orotava y Güimar eran valles de origen intercolinar y la caldera de Las Cañadas se había formado por el hundimiento de la parte central de Tenerife; los deslizamientos gravitacionales eran un disparate que no valía la pena ser tenido en cuenta por los vulcanólogos. Sin embargo, a mediados de los noventa, "descubre" los deslizamientos y se convierte en un abanderado de la nueva teoría. Tal es el fervor que, de nuevo, se vuelve a olvidar de citar a Bravo, Coello y a Navarro. En un artículo de divulgación publicado en 1996 dice: "En las islas Canarias existen dos tipos principales de valles tectónicos que se abren hacia el mar: los calderiformes de paredes rectas, como los de La Orotava y Güímar en Tenerife, y las bahías en forma de semicírculo, como El Golfo, en El Hierro. Su génesis ha sido muy debatida. Ahora se atribuye más a la dislocación y colapso en gigantescos deslizamientos gravitacionales que a la erosión gradual. (Carracedo 1994; Masson 1994)". Resulta increíble: ¡se cita a sí mismo como el descubridor de este fenómeno en Canarias! Antes no citaba a Telesforo Bravo, Coello y Navarro por estar en desacuerdo con sus trabajos, ahora no los cita porque se ha apropiado de sus ideas.
Ante la probabilidad de una crisis volcánica, y para evitar rumores que pueden desencadenar pánicos generalizados, está previsto que la información al público se centralice en una sola persona: el portavoz del comité de expertos; tampoco se permite que técnicos y los científicos informen por su cuenta y, sobre todo, que se polemice en los medios de comunicación, pues lo único que consiguen es generar más confusión. Máxime, cuando los calificativos sustituyen a los argumentos, como ocurre en el artículo que firman estos dos geólogos.
Fuente: Eustaquio Villalba Moreno (Geógrafo) publicado en El Guanche.net
Los habitantes del archipiélago de Hawai son la excepción pues, según Juan Carlos Carracedo y Francisco José Pérez Torrado, "la población allí no está asustada, sino informada. Tienen científicos bien preparados y con medios adecuados. Los políticos son más sabios y menos soberbios, y saben diferenciar el grano de la paja. Ambos informan a la población para cuidar su seguridad y a nadie se le ocurre predecir erupciones a plazo fijo, porque saben que no es científicamente posible y que es socialmente reprobable". En Tenerife, donde no contamos con científicos preparados y ni con políticos sabios y humildes como los de Hawai, hay auténtica psicosis ante la posibilidad de una erupción en la Isla.
Todo empezó el diez de mayo, cuando la agencia Efe distribuye una entrevista al director de la Estación Volcanológica de Canarias, Juan Carlos Carracedo, y éste geólogo desvela la posibilidad de una próxima erupción en Tenerife. A través de sus palabras, los tinerfeños nos enteramos de que se había producido un incremento del número de sismos y de las emanaciones de gases, que indicaban movimientos de magma a varios kilómetros bajo la superficie. Este investigador basaba sus informaciones en los datos dados a conocer por geofísicos y geoquímicos en una reunión de expertos, no en los periódicos. Fue, por tanto, este geólogo (que no maneja en su área de trabajo datos válidos para hacer predicciones) el responsable de hacer pública la posibilidad de una erupción inminente en Tenerife.
Juan Carlos Carracedo ya tiene experiencia en este tipo de situaciones; él fue quien en sus publicaciones científicas y divulgativas alertó de la posibilidad de deslizamientos inminentes (y de consecuencias catastróficas) en la isla de La Palma y en el Hierro. Según este autor, "los deslizamientos gigantes [...] son relativamente comunes en Canarias y representan un riesgo significativo" [...] "los tsunamis (maremotos) asociados a este fenómeno suponen también un riesgo importante para las islas cercanas, incluso para las costas situadas a miles de kilómetros". Es verdad que fue su compañero de investigación, Simon Day, quien dio a conocer internacionalmente estas conclusiones y, por tanto, es el responsable directo del alboroto que levantaron. Pero también es cierto que Carracedo se desdijo de sus primeras conclusiones y lo acusó de seudocientífico. Pero, para desgracia de Carracedo, las palabras vuelan y los escritos permanecen y se puede constatar en las hemerotecas que primero actuó de pirómano y luego se puso el casco de bombero.
Acusó en su momento a Simon Day y, ahora, a los miembros del comité de expertos de utilizar un cauce inadecuado para el debate científico como son los periódicos. Sin embargo, las hemerotecas demuestran que el director de la Estación Vulcanológica de Canarias es el geólogo con mayor presencia en los medios de comunicación de Canarias y el único que ha tachado a sus colegas de seudocientíficos y de catastrofistas, aunque nunca lo ha hecho, ni demostrado en las reuniones científicas. Un ejemplo de esta manera de actuar ha sido la tergiversación de la hipótesis aportado por los investigadores del ITER en las reuniones del comité de expertos. Los geoquímicos que analizan las emanaciones de gases volcánicos dijeron que, en el caso de mantenerse el incremento de sismos y gases, de acuerdo con una metodología ensayada en otros lugares, podría producirse una erupción en los meses próximos, quizás en octubre. No se trataba de una predicción, era una hipótesis de trabajo basado en una metodología ensayada en otros lugares y cuyos resultados están sujetos todavía al debate entre los expertos. Es, simplemente, una nueva vía en la búsqueda de métodos que permitan predecir estos fenómenos naturales y así poder tomar, con antelación suficiente, las medidas necesarias.
Aunque ahora lo niega, fue este vulcanólogo quién denominó - en su entrevista del 10 de mayo - "crisis sísmica" a los fenómenos que están sacudiendo Tenerife y afirmó que "puede tratarse de una mera intrusión de magma que no trascendería a la superficie, pero lo cierto es que es potencialmente posible que se produzca una erupción." Fue Carracedo, por tanto, quien anunció una próxima erupción en los medios de comunicación. Luego, no se puede imputar a los investigadores del ITER haber sembrado la inquietud entre los tinerfeños.
Las contradicciones de Carracedo son constantes, acusa a otros investigadores de usar los periódicos para debatir temas cuyo marco adecuado de discusión son los foros científicos, pero no duda en reiterar la descalificación de seudocientíficos a investigadores de acreditada solvencia profesional. Además, la credibilidad científica de Carracedo, a pesar de lo abultado do sus publicaciones, está lastrada por sus inexplicados cambios en la interpretación de la evolución geológica de Tenerife. En las décadas de los setenta y ochenta encabezó el grupo de geólogos que combatieron las teorías de Telesforo Bravo, Juan Coello y José Manuel Navarro. Estos geólogos, expertos en galerías y pozos, fueron quienes descubrieron y explicaron la importancia de los grandes deslizamientos gravitacionales en la evolución de las islas volcánicas. La manera de debatir de Carracedo fue muy curiosa y, desde luego, muy poco científica: no tenerla en cuenta, ni tan siquiera en la bibliografia.
El dogma estaba claro, La Orotava y Güimar eran valles de origen intercolinar y la caldera de Las Cañadas se había formado por el hundimiento de la parte central de Tenerife; los deslizamientos gravitacionales eran un disparate que no valía la pena ser tenido en cuenta por los vulcanólogos. Sin embargo, a mediados de los noventa, "descubre" los deslizamientos y se convierte en un abanderado de la nueva teoría. Tal es el fervor que, de nuevo, se vuelve a olvidar de citar a Bravo, Coello y a Navarro. En un artículo de divulgación publicado en 1996 dice: "En las islas Canarias existen dos tipos principales de valles tectónicos que se abren hacia el mar: los calderiformes de paredes rectas, como los de La Orotava y Güímar en Tenerife, y las bahías en forma de semicírculo, como El Golfo, en El Hierro. Su génesis ha sido muy debatida. Ahora se atribuye más a la dislocación y colapso en gigantescos deslizamientos gravitacionales que a la erosión gradual. (Carracedo 1994; Masson 1994)". Resulta increíble: ¡se cita a sí mismo como el descubridor de este fenómeno en Canarias! Antes no citaba a Telesforo Bravo, Coello y Navarro por estar en desacuerdo con sus trabajos, ahora no los cita porque se ha apropiado de sus ideas.
Ante la probabilidad de una crisis volcánica, y para evitar rumores que pueden desencadenar pánicos generalizados, está previsto que la información al público se centralice en una sola persona: el portavoz del comité de expertos; tampoco se permite que técnicos y los científicos informen por su cuenta y, sobre todo, que se polemice en los medios de comunicación, pues lo único que consiguen es generar más confusión. Máxime, cuando los calificativos sustituyen a los argumentos, como ocurre en el artículo que firman estos dos geólogos.
Fuente: Eustaquio Villalba Moreno (Geógrafo) publicado en El Guanche.net
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