Blogia
Lazos Rotos

Con el fusil en la mano. Confesiones de un soldado, de aquellos que en tiempo de paz van a defender los intereses del capitalismo mundial...

Medios alternativos / Loquesomos (Partidarios de la libertad de comunicación).- Zerimar Ilosit. Confesiones de un soldado, de aquellos que en tiempo de paz van a defender los intereses del capitalismo mundial en cualquier parte del globo terráqueo; por supuesto, después de haberles lavado el cerebro. Pero, ¿en concreto de qué país procede éste? De cualquiera, basta que su gobierno sea democrático y esté a las ordenes del gendarme norteamericano. El soldado desconocido se lamenta así:

Movido por un idealismo, el mismo que hoy considero fútil, engañoso y abominable. Me alisté en él ejercito para así poder defender mi patria, eso era lo que pensaba. Después de intensivos y exhaustivos periodos de entrenamientos fui convocado para ir a luchar fuera de mí país.

Durante el viaje en el avión, parecía que todos estábamos yendo a una fiesta. Risas, chistes, juegos y despreocupaciones. No dábamos la menos impresión de que estábamos volando en busca de la tristeza de que nos matasen el “enemigo” o nosotros a ellos.

Al llegar a nuestro destino, el lugar no lo encontramos muy inhóspito, así lo parecía. En realidad era un pequeño poblado con gentes y casitas muy humildes. Lo que más no llamó la atención es que los niños, además de muchos hombres, portaban fusiles, ametralladoras y no eran sensibles a nuestros juegos como lo es el habitual fútbol. Posteriormente supimos que también ellos defendían un ideal que a nosotros no nos cabía juzgar tan democráticamente como los superiores nos habían enseñado.

La primera batalla llegó y con ella las amarguras. Toda la convicción de las arengas del militarismo se vino abajo, eso cuando vimos que la sangre de ellos también era roja igual a la nuestra, como acostumbran decir los líderes pacifistas y no los militares profesionales y políticos.

Los heridos, pues los muertos ya no sufrían, evocaban el nombre de Dios, aquel mismo que estábamos sirviendo, aunque después de estas experiencias he comprendido que si de verdad él existiera el mundo no podría ser como lo es, y menos aún con guerras. He llegado a la conclusión de que ese concepto en el que tienen embaucado a millones de seres humanos es una falsedad mas del sistema que rige los destinos de los hombres desde que así se han considerado.

La noche llegaba trayendo no solamente la oscuridad, más también mucho miedo, dudas y reflexiones. Escondido en las matas bajo la lluvia, recordaba los momentos confortables con mi familia, asistiendo la TV y riendo. No había gritos, lloros, odios y privaciones como cuando se está en la selva preparando una emboscada a unos posibles enemigos sin causas, por lo que no va contigo.

La única discusión en casa era sobre quien se levantaba del sofá para ir hasta la cocina y preparar las palomitas de maíz en el micro-ondas. Esos son momentos no valorizados pues se toman con decisiones no pensadas al estar en la protección del hogar. Sin embargo otras mismas decisiones se toman también sin pensarlas el abandonar la familia e hijos para ir a conversar en el bar con los amigos. Muy diferente a la decisión de ir a las guerras...

Volviendo al frente, despertamos en una fría mañana y con mucha neblina. Nada parecía que estaba para ocurrir, hasta que las primeras ráfagas de balas fueron escuchadas, y por muchos compañeros sentidas en sus cuerpos. Bultos por todas partes de los desconocidos enemigos pues no los llegamos a ver ni él por qué de los motivos que ellos y nosotros estábamos nos matando. Surgieron de la nada y así desaparecieron en medio de la neblina. Pero yo sí me vi con uno frente a frente y me congelé de miedo. Mi mente trabajaba muy rápidamente y todas las reflexiones que había hecho en aquellos últimos días me impidieron disparar. Allí estaba también alguien con una familia que le esperaba como a mí la mía. No disparé. Infelizmente él no había tenido mis mismas reflexiones. Recibí un tiro en el pecho y caí herido, resignado y aceptando aquello como un castigo por unos pecados cometidos por los que estaban a miles de kilómetros dirigiendo ésta, o cualquier otras guerras, desde los cuarteles o parlamentos, eso sí, todos ellos muy democráticos.

Desperté muchos días después en un hospital militar, rodeado de enfermeras insistiendo todas ellas en que había vuelto a nacer

Yo, después de estas experiencias ya no puedo agradecer a ese denominado Dios el haberme salvado, pues pregunto, ¿por qué no también mis compañeros...?, como hacen algunos de ellos sobrevivientes, no sé como aún lo consiguen en ves de pensar de que están siendo engañados. Pero mi mayor alegría y oportunidad es tener, valorizar y volver junto a mi esposa, hijos y demás familiares.

Ellos han sido el principal motivo de haber escrito estas amargas experiencias. Y ¿por qué no?, también para que tomen ejemplos todos aquellos hombres que prefieren ser héroes muertos que cobardes vivos defendiendo “su patria” o cualquier otra después de haber recibido unos costosos e inútiles entrenamientos sin faltar los lavados de cerebros.

0 comentarios